Mañana esta columna traerá un nuevo comentario. Mejor o peor, inspirado o convencional, ocurrente o gris, pero llegará puntual a su cita. Eso significa que la arriba firmante lo escribirá. No lo habrá hecho de antemano, como pudiera suceder para hacerme la ilusión de estar haciendo huelga sin faltar a la obligación. Eso no sería parar sino adelantar faena.
Lo escribiré esta tarde lo que significa que hoy trabajo. La razón es la pésima política económica de este gobierno junto a su insatisfactoria reforma laboral y la necesidad de que las cosas cambien. Es decir, las razones que arguyen los sindicatos para invitarnos a parar.
El problema de esta huelga es la mediación sindical y con ella la instrumentalización del enfado ciudadano. Motivos para hacer oír la voz hay desde hace, al menos, tres años. Desde que asomaba la realidad y el gobierno la negaba.
Desde que supimos que cada minuto se perdían empleos y los sindicatos callaban. Desde que empezamos a ver cómo nuestros amigos, colegas o familiares perdían su trabajo y nadie proponía encadenarse a La Moncloa para exigir que dejaran de alimentar el ‘pesebre’ con el superavit que íbamos a necesitar después. Desde que comprobamos cómo cerraban empresas y tiendas de toda la vida porque los bancos, a los que ayudábamos con el sudor de nuestra frente, no les concedían créditos.
El lema de la huelga es muy revelador: ‘Así, no’. En efecto así no voy a una huelga. Con retardo y con molestia por entender que es «una putada», es decir, el imperativo social que obliga a ejercer de sindicalista, siquiera por una vez.
Esta huelga llega tarde, no solo porque la reforma ya esté en camino sino porque la presión debía haberse ejercido antes de que aquella tomara forma. Y lo que molesta es saber que de haber gobernado la derecha esa presión sí se hubiera ejercido y seguramente con saña. En una palabra, si hubiera gobernado el PP quizás los sindicatos hubieran movilizado a España para reducir el poder legislativo de los mercados. Lo que han necesitado es un enemigo real, no un amigo simulando hacer la puñeta por imposiciones externas.