Si no fuera porque sospecho que está muerto, pensaría que Antonio Anglés puede estar en Pakistán. Al menos, a la vista de lo que dice un informe que acaba de hacerse público sobre Ben Laden. Según ese informe, el terrorista más buscado del siglo XXI vivió allí durante nueve años sin que las autoridades paquistaníes fueran capaces de pillarlo. Los últimos seis, por cierto, a unos quilómetros de la capital.
Si el hombre más perseguido del planeta desde 2001 puso no ser encontrado en varios años, cualquiera, totalmente desconocido, podría refugiarse allí sin riesgo alguno de ser localizado por los servicios de inteligencia.
Lo más sangrante, sin embargo, no es el dato, ya de por sí estupefaciente. Lo peor es la explicación que acompaña semejante ejemplo de estulticia. Según el documento, todo fue fruto de la incompetencia. Una incompetencia supina, habría que decir.
O sencillamente afearles la conducta con palabras gruesas, no por haber dejado campar a sus anchas a Ben Laden durante casi una década, sino por intentar, ahora, tomarnos el pelo a todos los ciudadanos.
¿Alguien puede creer, en su sano juicio, que un delincuente del calibre de Ben Laden no fuera hallado simplemente por pura torpeza? ¿Y que además no lo hiciera durante nueve largos años con una inteligencia norteamericana puesta al servicio de su captura?
El problema es que, ante tamaña estrategia de dilación, el ejército estadounidense fue por do solía, esto es, entró y lo mató. Entiendo la desesperación de ver cómo Pakistán miraba hacia otro lado cuando le requerían participación en la búsqueda, pero esos métodos desautorizan todo lo que tocan. Igual que sucede en Guantánamo, con sus torturas, como la mostrada en un vídeo del rapero Mos Def para la alimentación forzada.
Así, ni puede juzgarse a Ben Laden ni puede pedirse responsabilidades al gobierno paquistaní por la manifiesta colaboración con un terrorista. Por el contrario, son las autoridades de ese país las que reclaman a Estados Unidos –no sin razón- por una acción de guerra en su territorio. Aunque ellos la hayan iniciado o aplaudido.