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María José Pou

iPou 3.0

Desesperanza de vida

Mientras escuchaba ayer a la ministra Báñez hablando de las pensiones, tuve el impulso de levantarme y ponerme un whisky. Es algo insólito en mí, que apenas tomo alcohol, más allá de la sangría veraniega o una misteleta de cuando en cuando después de cenar. Mucho menos frecuente incluso eso de beber en casa sin amigos y timba de Trivial o Rummikub alrededor. Y, desde luego, inaudito verme sentada para asistir a una rueda de prensa en sillón orejero como quien se extasía ante su serie favorita. Pero fue en el momento en que la vi anunciar que, con su propuesta, se aseguraba el sustento a los pensionistas de hoy pero también a los del futuro cuando tuve la revelación. Ahí fue. Como si tuviera un resorte, me vi impelida a beber, volver a fumar y hasta comer chocolate sin fin, como si no hubiera un mañana. Porque ésa era la clave. No hay un mañana. No lo hay. No hay “pensionista del futuro”, como dijo la ministra, aunque se empeñen en convencernos de que sí.

Si lo analizo, fue una llamada al exceso como forma de evitar la constatación de semejante verdad. Era como si una voz me dijera: “mejor, no lo compruebas; muérete antes y, además de fastidiarles las estadísticas y la cotización, te evitas el sofoco”.

Cuando habla de “pensionistas del futuro” es como si estuviera explicando la existencia de lagartos de la serie “V”, magos de Hogwarts o paraísos fiscales sin cuentas de Urdangarín o Bárcenas. La oyes y piensas: “¡es imposible!”. Sospecho, incluso, que en una vida anterior tranquilizó a los dinosaurios ofreciéndoles un futuro prometedor. Estoy convencida. Ellos, como nosotros, la creyeron y fueron a parar con sus huesos a las salas de los museos. Quién sabe si los pensionistas, en unos años, serán estudiados por su rareza y hábitos perdidos para la historia de la civilización. De lo que estoy segura es de que será difícil compatibilizar los recortes sanitarios con esa pretendida prolongación de la esperanza de vida. Tal vez, dentro de unos años, modifiquen las pensiones por lo contrario: por la falta de esperanza y de vida.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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