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María José Pou

iPou 3.0

El uniforme

A quienes hemos llevado uniforme en el colegio, no es fácil encorsetarnos de nuevo en un modo único de vestir. Aceptamos ir de falleras, de clavariesas o de etiqueta porque sus trajes admiten suficiente creatividad y amplitud de modelos que no es fácil repetir con la de al lado y se puede, en cambio, presentar un estilo propio dentro de los cánones exigidos. Por eso quizás siempre me sorprenden las reuniones del PP, como la de ayer en la escuela de verano de Gandía, en las que predominan los blancos y azules.

Cada cual es libre de uniformarse como quiera y de vestir de camuflaje si es su gusto pero me pregunto si esa sintonía cromática que abunda en las citas “populares” viene dada por ciertas pautas recomendadas, por costumbre, por imitación, por un intento de pasar inadvertido, confundido con las gaviotas, o por marcar un estilo propio y muy marinero.

Es cierto que no todos llevan esos tonos pero a poco que nos fijemos los vemos destacando por encima de cualesquiera otros. En los hombres llama menos la atención porque no hay nada más común que una americana azul y una camisa blanca en verano, aunque luego hay detalles como cinturones, náuticas o corbatas que inciden en la tonalidad. En las mujeres es especialmente llamativo porque podrían abarcar toda la gama del arco iris para vestirse. Sin embargo, vemos cómo muchas tienden a usar “blazer” azul marino, semejante al look que la alcaldesa Barberá se ha llevado a Buenos Aires. De hecho, estoy segura de que hubiera ido de esa guisa, de haber estado en España, para acudir a la cita de final de verano. Es el reverso estival del rojo alcaldesa. Y es el modelo que llevaba la propia vicepresidenta, o la ministra Báñez que también acudió a la reunión de Gandía.

No sé si hay recomendaciones de los asesores de imagen para potenciar los colores corporativos pero me produce cierta incomodidad, seguramente motivada por la sensación de gregarismo. Aplaudo que el PSOE no asuma el rojo y blanco del mismo modo. En su caso, sin duda, tendrían que asumir un considerable riesgo: que alguien gritara “¡Viva San Fermín!”.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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