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María José Pou

iPou 3.0

Monumento a la burbuja

Cada vez que paso por el mirador que hay en la salida hacia Barcelona, tengo la sensación de contemplar una ciudad europea. No lo digo por el avance y las atracciones que permiten ver toda la urbe desde el cielo. Entre otras cosas, porque no puede utilizarse para ello. Al contrario. Pienso en las ciudades bombardeadas durante alguna de las últimas guerras y que han conservado vestigios de aquello para testimoniar el azote bélico. Berlín, por ejemplo, y la torre derruida de la iglesia del Kaiser Guillermo o Hiroshima y su monumento a la paz. Son las huellas de un horror que permanecen como memoria y advertencia a quienes intenten llevar a la patria a otra sangría como aquella.

Por eso veo el mirador, o tantas obras inacabadas e inútiles, y discrepo de quienes quieren darle un uso inmediato. Algunos de esos edificios, como centros de salud o bibliotecas, deben ponerse en marcha porque son necesarios, pero otros, no. Ya sea el mirador desde el que nada se mira o un edificio en obras sin terminar, alguno debiera convertirse en símbolo de una época y guardarlo como está para avisar a las próximas generaciones. Sería como tener la torre de Babel en ruinas: el mensaje de la Historia para no volver a caer en la soberbia humana. En nuestro caso, la soberbia de creernos capaces de crear riqueza sin control ni responsabilidades.

Un edificio eternamente en obras debiera recordarnos que un día quisimos alcanzar el cielo sin saber que aquello tendría un coste. Sería un modo de enfrentarnos a diario a nuestro pasado reciente y aprender de él. Del mismo modo que se siente el peso de la Historia al contemplar la torre quemada de la iglesia berlinesa o la cúpula hueca del edificio de Hiroshima, debiéramos ser capaces de mirar a las obras del nuevo Mestalla, pongamos por caso, y reconocer que la burbuja inmobiliaria ha sido nuestro Nagasaki y que pasarán décadas hasta reponernos de su efectos mortíferos.

No sería un monumento a la burbuja sino, como en Japón, a lo que puede evitar otro episodio así. La paz, en su caso; la austeridad en las cuentas públicas, en el nuestro.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.