La política a veces parece una ciencia más exacta que las matemáticas y mucho más previsible que las predicciones meteorológicas.
Ocurre sobre todo cuando se trata de prever los pasos que siguen a una maniobra de distracción, organizada para hacer creer cuando no es verdad pero se quiere disimular. Por ejemplo, cuando se toman medidas disciplinarias contra un correligionario en un partido solo para que la concurrencia no patee el suelo pero sin apenas convicción.
Cuando se hacen esos gestos extemporáneos y con grandes alharacas, mesándose los cabellos y rasgándose las vestiduras ante tamaña ofensa, no cabe más que esperar a que todo vuelva a la ‘normalidad’ -porque lo hará antes o después-, una vez pasado el temporal. Y cuando eso ocurra, lo único original -y no siempre- será la forma que escojan de explicar lo inexplicable.
En los últimos días tenemos dos ejemplos de lo comentado. Por un lado, los tránsfugas de Benidorm, expulsados con gran indignación del PSOE, que han vuelto a casa apoyados por su ex partido. Por otro, el Partido Popular, tras mostrar dureza en las medidas impuestas a Ricardo Costa, ha aceptado ahora que regrese no solo al partido sino también a tener puestos de responsabilidad en él.
Son la versión política de ‘El Almendro’, «vuelve a casa vuelve por Navidad» con la diferencia de que la Navidad política no es una vez al año pero casi: una vez cada cuatro y me llevo tres (locales y autonómicas, generales y europeas), en definitiva, casi cada año.
Ciertamente los casos no son comparables. El de los tránsfugas afecta a los ciudadanos; el de Costa, al interior del partido. Por tanto la gravedad para nosotros es sustancialmente diferente. Ahora bien, lo interesante aquí es, como se comentaba al principio, la capacidad para aguantar la respiración bajo el agua hasta que pasa el malo y podemos volver a respirar.
Eso es lo que hacen los partidos políticos y creen que nos engañan contándonos una milonga a título póstumo. Por lo que a mí respecta, ni me asombran ni me convencen pero he de confesar que me enfadan ad nauseam. Si al menos tuvieran la decencia de no intentar justificarlo.