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María José Pou

iPou 3.0

Mendigos, go home

Se está poniendo imposible todo, incluso mendigar. La mendicidad afea las ciudades, ofrece una pésima imagen al turismo internacional y da sensación de suciedad e inseguridad. Esa es la conclusión que puede extraerse de la decisión del ayuntamiento de Benidorm sobre los mendigos: o fuera de la calle o fuera de la ciudad.

Entiendo que el consistorio alicantino quiera erradicar el “efecto llamada” que pueden provocar las villas turísticas. ¿Iría un mendigo de otra ciudad a pedir a un pueblo de 500 habitantes en verano y poco más de 100 en invierno? Seguramente, no. Sin embargo -constata Benidorm- sí ocurre eso con aquellos que tienen un flujo de turistas permanente y abundante. Allí parece posible obtener más beneficios.

El problema es que la mendicidad no es solo una cuestión de imagen. Ante todo es la demostración de un fracaso colectivo, el de una sociedad incapaz de atender las necesidades básicas de una persona y menos si no tiene casa ni trabajo.

Conozco a alguno que ha acudido durante un tiempo a centros asistenciales para comer y cenar. Sin embargo, pasadas unas semanas, ya no pueden continuar yendo, imagino que para evitar la cronificación de su situación. Entiendo que ese enfoque es correcto cuando alguien pasa una crisis puntual, por ejemplo, es despedido y no puede pagar su alquiler o bien es desahuciado y no tiene donde dormir. Ahora bien, en la situación en la que estamos no es fácil recuperarse. La carencia de trabajo está detrás de muchas de esas realidades. ¿Cómo conseguir un nuevo alquiler si no hay ingresos constantes? ¿Cómo acceder a un trabajo si no se tiene un domicilio fijo?

Con los medios de los que disponen los servicios sociales y el incremento de la demanda de ayuda lo más fácil para un ayuntamiento es pagar un billete y mandar al mendigo de vuelta a “su” ciudad. Lo difícil es atender sus necesidades y proporcionarles algo más que una cama y un plato de caliente: un trabajo con el que ganárselos. Y sobre todo con el que ganarse el respeto de una sociedad que los ve como un problema y no como el fruto de su propia indignidad.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.