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María José Pou

iPou 3.0

Padres e hijos

Ayer tuve que cambiar de acera para no dar un cachete a un crío insoportable. Ya noté algo cuando crucé un paso de cebra y una voz estridente se me incrustó en las meninges. Me fijé y vi que era un crío de unos siete u ocho años que estaba reclamándole a su madre que no hubiera cogido sus zapatillas preferidas. Pero no lo decía así, como lo digo yo, sino a gritos con voz de malcriado: “¿por qué no las has cogiiiiiiido, por qué?” Y lo repetía una y otra vez. La madre, paciente, le explicaba que ella se las había dado a primera hora pero a él se le habían olvidado y que si quería llevarlas, que se hiciera responsable de sus cosas. Él volvía con la murga: “pero siempre me pasa igual, ¿por qué no las has cogiiiido tú?”. Y otra vez lo mismo. Ya entonces tuve la tentación de pedirle a la madre que le quitara las pilas, a ver si se callaba. Suerte que no iba yo con Whisky porque él, intuitivo donde los haya, le hubiera ladrado solo con notar mi incomodidad.

El niño, un consentido de manual como puede verse, elevaba más y más el tono y lo hacía un decibelio más desagradable cada vez que hablaba. De hecho, algunos viandantes se volvían para buscar tamaño imbécil. Yo caminaba detrás intentando probar los superpoderes de mi miopía: le miraba fijamente concentrándome en un punto a ver si ardía de forma espontánea. No lo logré. Solo sé que, cuando me harté de oírlo y los adelanté, pude escuchar al niño rematando su perorata. En esta ocasión puso voz de robot y dijo: “pe-gar-a-ma-má-en-to-da-la-bo-ca”. Me paré en seco y me volví, pero la madre bajó la cabeza y cruzaron. A mí no se me fue el mal cuerpo en todo el día. O para ser exactos solo se me fue cuando vi a la niña Malala recibiendo el Premio Sajarov en el Parlamento Europeo. La generación de Malala no tiene nada, ni siquiera la oportunidad de recibir una buena formación. El niñato de la mañana, en cambio, lo tiene todo, aunque le falte lo único que le sobra a Malala a raudales: valores, madurez y, lo que es más importante, un padre dispuesto a morir con tal de educar de verdad y hacer de su hija una gran persona.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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