Decía Quique Dacosta el otro día en estas mismas páginas que no ganaba dinero con su restaurante de Denia pero le servía para experimentar y crear. Al mismo tiempo, dejó a más de uno estupefacto que un recién galardonado con tres estrellas Michelín, el propietario de Diverxo, explicara que en su equipo todos son mileuristas. Ambos evidencian una realidad que bien pudiera servir de motivación y horizonte para muchos: emprender es duro, quizás no nos hace ricos, pero tiene otras compensaciones que debemos buscar.
Es cierto que los casos mencionados se mueven en un especial equilibrio entre el negocio y el arte. Por eso soportan el mileurismo o la cuenta con pago. Estoy convencida de que no ven los enormes costes como meros gastos sino como inversiones en una actividad que requiere constantes sacrificios. Uno de ellos es ése: no enriquecerse fácilmente. No es una lotería, no meten unas monedas en una máquina tragaperras a ver si hay suerte y cae la lluvia delirante de euros. Es un proceso lento de trabajo, estudio, experimentación y consolidación. Es arte, no un simple embuchar a los clientes.
Y eso, que es tan obvio en una actividad aparentemente física y primaria pero profunda y espiritual en el fondo, deberíamos buscarlo en muchas otras. Emprender es arriesgar, sacrificarse, dedicar todos los recursos y energías a un proyecto en el que se cree sin saber si el resultado será el esperado. Será por eso por lo que la mayoría de jóvenes en España prefiere una plaza de funcionario antes que una brillante carrera de emprendedor. Son los mismos que, quizás, imaginan a un Quique Dacosta “forrándose” con sus locales mientras él valora sobre todo la libertad que su estatus le proporciona para seguir innovando y haciendo crecer la gran cocina valenciana. Ése es el punto que debería potenciarse entre las nuevas generaciones, la lucha para lograr algo más que dinero, como la satisfacción de estar haciendo historia o de engrandecer el mundo. Los mileuristas o creadores austeros están dando una lección imprescindible para salir de la crisis. Es hora de aprenderla.