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María José Pou

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El día después

La muerte de las grandes figuras suele verse acompañada de dos fenómenos que son la cara y la cruz de una misma moneda: por un lado, concitan el pesar de muchos, diversos entre sí e incluso aparentemente opuestos, de forma que sus honras fúnebres son ocasiones para unir a todos alrededor del personaje desaparecido. Por otro, abren la puerta al proceso contrario, a la división y la guerra entre “familias”.

Lo escribo con la mente en Johannesburgo, lógicamente, pero no puedo evitar pensar en otros grandes funerales como los de Yaser Arafat. Arafat era el único que mantenía unidas a todas las facciones que luchaban por Palestina. Su muerte fue un gran acto de dolor colectivo en el que participaron todos coincidiendo en la tristeza por la pérdida del líder común, pero al día siguiente su sucesor fue incapaz de mantener la unidad y vimos cómo la poca estabilidad que había logrado Arafat saltó por los aires y con ella las esperanzas de paz para la zona.

Me temo que con Mandela ocurra algo similar y no pienso solo en las guerras de familia, en sentido estricto, que ya hemos visto asomar durante su lenta despedida, sino el futuro de Sudáfrica. En estas horas de funerales y actos de memoria hemos asistido al saludo entre el presidente de Estados Unidos y el hermano de Fidel Castro. Es una imagen insólita porque, durante décadas, Cuba ha sido uno de los fantasmas de la Casa Blanca. Sin embargo, soplan aires nuevos tanto en la isla como en el gigante norteamericano. Además, en los actos de ayer todo era grandes palabras, llantos y la certeza de que su figura quedará honrada por el respeto a su herencia espiritual. Es el gran “padre” de la patria.

Lo malo es que ese tipo de paternidad suele ser tan fuerte que su continuidad es una losa demasiado pesada para quien va detrás. Suceder a un personaje de esa talla es abrumador. Y conseguir la misma unión es imposible porque hasta la fecha era el “pegamento” del carisma personal y de su trayectoria lo que lograba el milagro. Ahora vienen los tiempos más difíciles para Sudáfrica, sin el que era su faro espiritual.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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