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María José Pou

iPou 3.0

Qué triste es vivir

A Julio Miralles no se le apareció un ángel dispuesto a ganarse sus alas. Tampoco un pueblo se reunió en torno a la familia para que no cayera en la desesperación. O, si lo hizo, no lo consiguió. En la vida real no sucede lo que Frank Capra nos hizo ver con su “¡Qué bello es vivir!”.

Al conocer la noticia del suicidio en la cárcel del policía que acuchilló a un exdirectivo de Bankia no pude evitar que me viniera a la cabeza la película que las televisiones emiten cada Navidad. En ella, un hombre desesperado por haber perdido un dinero dignamente ganado, toma la peor de las decisiones, pero el cariño de sus convecinos le impide cometer la atrocidad y un ángel le muestra el bien que ha hecho a lo largo de su vida.

Algún día se rodarán películas sobre las preferentes y sobre todos los manejos que bancos, fondos de inversión y politicastros han hecho para enriquecer a unos pocos a costa de la ingenuidad y el sudor de la frente de otros.

Nunca puede justificarse la violencia pero tampoco la impunidad de esos directivos que han sido conscientes de lo que estaban haciendo: con ancianos, con enfermos de Alzheimer o con gente poco preparada. No hay día que no dé gracias por haber sido yo quien mantenía la relación de mi madre con el banco en estos años. De lo contrario, Bankia hubiera podido abusar de su edad, de su desconocimiento y quizás hasta de sus dificultades actuales.

Son muchos quienes no han tenido esa suerte y han confiado en el director de la sucursal como en ese yerno al que todo se fía porque sabe mucho y es de confianza. A menudo pensamos en los grandes responsables del banco pero ¿y los que vendieron directamente las preferentes? ¿No hay investigación y responsabilidades? Por la salud del propio banco, es necesario que deje de haber dudas sobre ellos. El caso de Miralles es extremo, sin duda, pero más de uno habrá decidido a sentir que se ha hecho justicia. Si los tribunales no son ágiles y eficaces, el riesgo de que se repita la historia está sobre la mesa. Quien lo ha perdido todo, poco tiene que sufrir por perder algo más. Aunque sea la dignidad, la libertad o la vida.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


diciembre 2013
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