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María José Pou

iPou 3.0

Trencadís de oferta

En Valencia tenemos tanto orgullo herido con el Palau de les Arts que parece imposible sacar rendimiento al desastre.

Es cierto que se nos cae a trozo el trencadís y eso provoca acidez de estómago a quienes contrataron al genio del Turia e inflamación de la carótida a quienes lo vieron hacer desde el burladero de la oposición. Sin embargo, no todo está perdido. Dicen que la broma de arrancar la costra del cachalote varado en el río nos va a costar tres millones de euros. ¡Serà per diners!

Ante semejantes cifras, la reacción natural del común de los mortales es la de la reina de corazones: “¡que le corten la cabeza!”. Quien dice cabeza, dice pedúnculo o cualesquiera apéndices que cuelguen libérrimamente. Sin embargo, una vez contenida la rabia, es necesario plantearse la cuestión de un modo distinto, en concreto, a lo fenicio. Como diría el recordado Monleón que decir: “¡a guanyar diners! ¿on estàn, on estàn?”. Si se trata de recuperar algo de lo invertido no solo hay que reclamarlo al listo que forró el Palau como quien forra deprisa y corriendo los libros del cole, esto es, dejando bambollas por doquier, sino a cualquiera que pueda contribuir, a cambio de un original obsequio. Sugiero, pues, que hagamos como hacen los británicos cuando quieren cambiar la decoración de casa: sacarlo todo al porche y venderlo en un improvisado mercadillo de antiguallas. Aquí no tenemos costumbre pero yo he visto vender hasta vajillas con “quites” y cucharillas roñosas.

En nuestro caso deberíamos copiar la venta del Muro de Berlín y ofrecer el trencadís con una etiqueta que asegurara la autenticidad para los muy devotos de Calatrava. “¿Quiere usted poner un pedazo de la arquitectura contemporánea de vanguardia en su salón? Compre el verdadero trencadís de Calatrava”. Ya sé que no tiene el glamur de lo prohibido como el hormigón del muro berlinés pero bien vendido tiene su morbo. Para recuperar una parte de esos tres millones que nos van a sacar del espacio intercostal trasero, no nos queda más remedio que hacer eso o, como los antiguos, construir otro edificio reciclando el material de una época pasada.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.