Siempre me he resistido a aceptar una laxitud moral ancestral en los españoles respecto a la corrupción. Como si lo lleváramos en la sangre. Lo he vuelto a leer con motivo del informe presentado ayer sobre economía sumergida. Es cierto que el factor psicológico interviene en la percepción del fraude pero me niego a explicarlo todo vinculándolo a que “España es así”.
Al menos, me cuesta considerar que es algo inherente a nuestros genes y nuestra personalidad. Prefiero atribuirlo a falta de sentido cívico, de responsabilidad colectiva y de conciencia de lo público.
Se nos llena la boca pidiendo educación, sanidad y subvenciones públicas para actividades sociales. Es justo y necesario. Sin embargo, gritamos menos al exigir limpieza en las actuaciones respecto a los recursos de todos. No me basta con que ahora alguien me diga que con lo que roban los Bárcenas, Urdangarines o Correas lo de menos es que un “currito” particular se gane un pico sumergido para pagar la luz y el agua. Es cierto que no es ejemplarizante lo que vemos de algunos grandes nombres pero eso no justifica la aceptación del fraude a pequeña escala. Ya sé que es duro decirlo pero hay que decirlo. Es denunciable y penoso ver a un Blesa o un Matas llevándoselo crudo pero ¿por qué no lo es que un médico, un albañil o un fontanero te cobren en negro, sin IVA, sin factura y sin declararlo a Hacienda? La única diferencia es la codicia de unos y la necesidad de otros. No es lo mismo estafar para llevárselo a Suiza que para pagar el comedor de los niños pero no deja de ser un comportamiento que nos perjudica a todos y es injusto para quienes no lo hacemos. No acepto que se justifique el robo menor por los robos mayores. La Justicia debe perseguir ambos y los ciudadanos luchar contra todos: no aceptar facturas sin IVA, trabajos en negro o chapuzas a domicilio sin declarar. Lo malo es que cuando la que limpia te lo pide para no perder la pensión; el electricista, porque cobra el paro y conoces a la familia, o un amigo porque no llega a fin de mes te sientes incapaz de decir que no. ¿Por qué? Porque no es avaricia sino supervivencia.