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María José Pou

iPou 3.0

Estafa menor

Siempre me he resistido a aceptar una laxitud moral ancestral en los españoles respecto a la corrupción. Como si lo lleváramos en la sangre. Lo he vuelto a leer con motivo del informe presentado ayer sobre economía sumergida. Es cierto que el factor psicológico interviene en la percepción del fraude pero me niego a explicarlo todo vinculándolo a que “España es así”.

Al menos, me cuesta considerar que es algo inherente a nuestros genes y nuestra personalidad. Prefiero atribuirlo a falta de sentido cívico, de responsabilidad colectiva y de conciencia de lo público.

Se nos llena la boca pidiendo educación, sanidad y subvenciones públicas para actividades sociales. Es justo y necesario. Sin embargo, gritamos menos al exigir limpieza en las actuaciones respecto a los recursos de todos. No me basta con que ahora alguien me diga que con lo que roban los Bárcenas, Urdangarines o Correas lo de menos es que un “currito” particular se gane un pico sumergido para pagar la luz y el agua. Es cierto que no es ejemplarizante lo que vemos de algunos grandes nombres pero eso no justifica la aceptación del fraude a pequeña escala. Ya sé que es duro decirlo pero hay que decirlo. Es denunciable y penoso ver a un Blesa o un Matas llevándoselo crudo pero ¿por qué no lo es que un médico, un albañil o un fontanero te cobren en negro, sin IVA, sin factura y sin declararlo a Hacienda? La única diferencia es la codicia de unos y la necesidad de otros. No es lo mismo estafar para llevárselo a Suiza que para pagar el comedor de los niños pero no deja de ser un comportamiento que nos perjudica a todos y es injusto para quienes no lo hacemos. No acepto que se justifique el robo menor por los robos mayores. La Justicia debe perseguir ambos y los ciudadanos luchar contra todos: no aceptar facturas sin IVA, trabajos en negro o chapuzas a domicilio sin declarar. Lo malo es que cuando la que limpia te lo pide para no perder la pensión; el electricista, porque cobra el paro y conoces a la familia, o un amigo porque no llega a fin de mes te sientes incapaz de decir que no. ¿Por qué? Porque no es avaricia sino supervivencia.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.