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María José Pou

iPou 3.0

De Clooney a Castro

Después de George Clooney, ahora viene a Valencia Castro, el juez Castro, que estará por aquí este fin de semana. ¡Esto es un sinvivir de famosos! El primero, a contar una historia del futuro; el segundo, a reconstruir una del pasado. Ya sé que no es lo mismo. Es cierto. Que se sepa, el juez Castro no invita a café. Tampoco tienen el mismo glamur ni se le conoce novia estupenda a su señoría. Pero tiene un punto de resolución que para sí quisieran todos los extras juntos que han participado en la película Disney.

Estarán por el mismo entorno, el Calatravaland. Uno, para imaginar escenas imposibles y el otro, para hacer posible escenas que nuestra imaginación no quiso creer reales. Curiosamente, en el mismo lugar donde se produjo el encuentro con el Papa, ocasión aprovechada, al parecer, por los mangantes de siempre para hacer negocio.

Entiendo que no todas deseen a Castro tanto como a Clooney pero una servidora se tomaría encantada un ristretto con la toga más justiciera de este país desde que Garzón perdió el oremus. George tiene unas canas que encandilan pero Castro tiene una conversación por la que mataríamos en el gremio de la plumilla.

No sé si es una nueva generación de “garzones” la que forman Castro y Elpidio pero algo me dice que, más allá de lo que puedan atraer los focos, estos llaneros solitarios están intentando abrir en canal las cloacas del país y por eso les pasa lo que les pasa. El primero, con el aliento del fiscal en la nuca; el segundo, poniendo querellas por lo que él considera una persecución. A estas alturas, una ya no se cree nada. Ni las heroicidades de jueces o directores de periódico ni las mafias extrañas urdiendo campañas contra ellos. Ahora bien, lo cierto es que Castro o Elpidio han levantado las tapas de cubos de basura malolientes. Que sean obra de unos o de otros no lo sé pero que ahí hay más desperdicios que en la huelga de Alicante es una realidad tan grande como el cachalote despellejado de Calatrava. Y que los intentos por destaparlas resultan molestos, también. Así que solo queda sospechar que van por buen camino. Ladran, luego cabalgamos, amigo Sancho.

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justicia

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.