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María José Pou

iPou 3.0

Mare Nostrum

El día que nos demos cuenta de la riqueza que es el Mediterráneo, nos empeñaremos en cuidarlo como hacemos con la Albufera, las Lagunas de Ruidera o las marismas del Guadalquivir. Quiero decir, un poco mejor. Tampoco puede decirse que esas zonas fértiles y llenas de vida hayan sido mimadas siempre. Incluso ahora, que somos conscientes de su pérdida y de lo que se debe hacer para evitarla, siguen sufriendo daños en ocasiones.

No todo es pesimismo. Hace veinte años, posiblemente, no hubiéramos visto a pescadores, universitarios, políticos y ecologistas unidos por una causa común como es la defensa del mar que nos identifica y que nos ha reunido durante milenios. Es cierto que hasta en las protestas hay intereses particulares pero el fin común es un logro por sí mismo. Que los valencianos se unieran ayer en Castellón contra las prospecciones petrolíferas en el Golfo de Valencia es un paso enorme en el cuidado del medioambiente, salvando toda la demagogia que envuelve el debate.

El logro se debe, entre otras cosas, al esfuerzo de divulgación que se ha hecho durante décadas explicando a los ciudadanos la riqueza que hay en los mares. Gracias a eso hemos tomado conciencia de que el Mediterráneo no es un almacén al que acudir cuando nos falta petróleo o gas ni el contenedor al que tirar los desperdicios del día a día. No solo porque es casi un mar interior y la costa está muy cerca de todo, a diferencia de los grandes océanos. Si algo hemos aprendido en estos años es que en la Tierra nada está lejos de nada. La globalización nos dice que el aleteo de una mariposa puede desembocar en un huracán. Todos impactamos en todos. Por eso conviene tener una mirada más amplia que la del propio ombligo, aunque éste sea un negocio turístico, una barca de pesca o un chiringuito en la playa. Posiblemente ése sea el salto cualitativo que conviene dar: ser capaz de mirar hacia el Mediterráneo como un tesoro en sí mismo, no como nuestra herramienta de trabajo. Solo así podremos implicarnos todos en cuidarlo como una herencia única y frágil. Nuestra responsabilidad es preocuparnos por él, aunque no vivamos de él.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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