¿Se habrán enterado de la crisis los diputados de Les Corts Valencianes? Lo digo sin acritud. Que quizás, no sé, no lo han notado y, almas de cántaro, no lo hacen por mal. Por si acaso, se lo digo con suavidad, no se lleven un soponcio y tengamos un disgusto.
Señores y señoras diputadas/as, que aunque la ‘seño’ presuma de ‘milagrosa’ no es la Virgen de Fátima y no hace prodigios. Que la cosa está muy malita.
Que los valencianos no llegan a fin de mes. Que muchos han perdido el trabajo no por hacerlo mal. Qué va. Simplemente por la tonta razón -fíjense ustedes- de que la empresa ha echado el cierre. Que otros no sacan ni para pagar el alquiler del local. Que muchos, como no pueden cambiarse el coche, se han pasado a la bici porque ni para la tapa del delco les da. También los hay que, como no pueden comprar una cuna nueva para la recién nacida, han atado el cabezal con una cuerdecita. Puro reciclaje, oiga usted.
En fin, que me alegro mucho de que a la presente se encuentren bien y vivan como reyes en su palacio con nuevos muebles de diseño pero que no es el momento de exhibir lujos con lo que anualmente nos quitan de la boca para pagar su sueldo, su teléfono, su ordenador, su coche y sus muebles.
No se lo tomen a mal pero produce sonrojo verles gastar con tanta alegría con la poca que les queda a los valencianos cada mañana al ir a trabajar para ganar su pan. El de ustedes. Con el sudor de su frente. La de ellos.
Y eso que ir a trabajar se está convirtiendo en otro lujo. Piénselo despacito, ustedes que dan la sensación de no sufrir penurias para sobrevivir ni siquiera cuando les echen del puesto que ahora ocupan.
Que no estoy enfadada. Qué va. Pero a ratitos me dan ganas de asaltar las Tullerías de la Plaza San Lorenzo al grito de «muerte a las oligarquías». Y no me reconozco, bien lo sabe Dios. Si hasta me estoy haciendo de izquierdas yo que nací para terrateniente. Suya afectísima.