No es el primer caso que conozco pero sí el más grave. La muerte de una niña de tres años y medio en Treviño esta semana por un conflicto de competencias entre los servicios sanitarios debería ser un punto de inflexión en nuestro país. El mismo que ve cómo se niegan servicios de ambulancias; cómo se sugiere al familiar que para más seguridad lleve al enfermo en coche particular o cómo un paciente debe escuchar a un médico valenciano tras una cortina mientras habla con un colega y dice “pues si es de Madrid, que se va allí” a pesar de sufrir un ataque agudo de diverticulitis, o viceversa, que a un enfermo valenciano que pasa unos días en Madrid le digan en la farmacia, con sus recetas en regla, que se traiga las medicinas de Valencia. Eso está ocurriendo en España mientras a los políticos les importa más su poltrona, sus piezas de ajedrez dentro del partido o sus causas judiciales pendientes.
La niña de Treviño solo tenía tres años y solo tenía varicela. Aún están por aclarar las causas de su muerte y las responsabilidades, si las hay, de los servicios sanitarios pero, de confirmarse, resulta espeluznante que una criatura pueda perder la vida por un problema de demarcación, por unas competencias en Sanidad que no debían haberse transferido a las Comunidades Autónomas. Con ello consiguieron parcelar el mapa de España y poner fronteras donde no las había. Lo que es válido para este pueblo, no lo es para el pueblo de al lado porque pertenece a otra comunidad. Nacer en una localidad es condenarse a un pésimo servicio sanitario mientras que nacer una calle más allá es conseguir lo que no tiene el vecino. Es lo más grave que puede vivir un ciudadano: la desatención por una disputa de competencias. Incompetencia es más bien la palabra. Cuando nos quejamos del descenso de calidad en la Sanidad lo hacemos muchas veces desde la mirada de las grandes ciudades. Si en ellas ya es preocupante, pensemos en las zonas rurales. Ahí la burocracia mata; la desidia y la tacañería institucional reducen la esperanza vital y, sobre todo, el olvido de todos nosotros merma su calidad de vida. Es para pensárselo.