Pensaba que eso de no saber manejar el mp3 o programar el vídeo era cosa de los mayores pero a la vista del informe PISA, ya no estoy tan segura. Es verdad que el porcentaje de chavales que tienen dificultades para resolver problemas cotidianos es bajo. No llega a 3 de cada 10. Si dispusiéramos de los mismos datos sobre las generaciones de más edad, esa cifra probablemente aumentaría. Sin embargo, lo que me preocupa no es que no sepan manejar un robot de cocina sino que no tengan la actitud necesaria para encontrar una solución.
Decía ayer la Secretaria de Estado de Educación, Gomendio, que eso se arreglaría con la LOMCE porque hasta ahora el aprendizaje había sido memorístico y ahora, en cambio, iba a potenciarse el espíritu crítico. Me parece estar escuchando a un ministro de los años 80. Sencillamente, no me lo creo. La educación en España tiene muchos problemas pero no termino de aceptar que uno de ellos sea un enfoque anticuado del aprendizaje. Desde hace décadas se potencia el espíritu crítico, se desechan los grandes manuales llenos de datos y se anima a relacionar e innovar. Seguramente no se hará todo lo bien que se debería y aún habrá maestros de la vieja escuela empeñados en que el alumno recite cosas que no comprende pero la lista de los reyes godos hace mucho que no se estudia en las escuelas españolas.
Otra cosa es que a las nuevas generaciones les resulte fácil tener la solución en lugar de buscarla. Ahí sí creo que hay un déficit, pero no solo en la escuela sino en el mundo que les rodea.
Podríamos resumirlo en un “dime cómo juegas con tu hijo y te diré qué habilidades tendrá en el futuro”. Hay niños que preguntan qué botón han de apretar para que el muñeco se ría. Otros, en cambio, los tocan todos para averiguarlo. Esos sabrán desenvolverse mejor en la vida. Sospecho que todos los niños tienden a explorar, pero perdemos la paciencia y acabamos por darles la solución. No hay que hacerlo. Más vale que destroce un juguete si así aprende cómo funciona. Darle la respuesta es cómodo pero egoísta; dejar que él la encuentre no es desentenderse; al contrario, es un acto de amor.