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María José Pou

iPou 3.0

La decisión de un juez

Si el juez hubiera dicho que sí, a estas horas ya lo habríamos crucificado entre todos.

Me refiero al juez que se negó a levantar la orden de alejamiento contra el marido de la última víctima de violencia machista. Fue ella quien se lo pidió, dijo ayer el alcalde de Tarragona. Pero el juez no cedió.

Ya sé que no ha servido de nada. Ni la orden ni esa firmeza. Pero ésta ha existido y de no haber sido así ahora estaríamos todos censurando la actuación judicial.

En estos temas, como en tantos otros, complejos y dolorosos, dedicamos demasiado tiempo a flagelarnos colectivamente mordiendo el polvo del fracaso mientras lo atribuimos a personas o protocolos equivocados.

Sin embargo, pocas veces apreciamos lo que de éxito tiene la actuación de un buen juez, de un buen policía o de un buen asistente social. Ellos evitan otras muertes, aunque éstas no hayan podido salvarse. Ni la de la mujer ni la de esas criaturas condenadas sin apenas haber vivido.

Rara vez ponemos el foco sobre todos aquellos que intuyen el calvario y se niegan a prolongarlo, aunque su protagonista, enajenada en su espiral de violencia, lo esté pidiendo a gritos. Todos los días leemos noticias de robos, asesinatos, crímenes y desgracias pero no pensamos en la labor de quienes previenen el delito, lo investigan, hacen seguimiento, siguen la pista de una sospecha y terminan por desarticular una banda que explota a mujeres, otra que extorsiona o una que violenta a menores.

Es un trabajo callado, de procesos lentos y resultados no siempre vistosos pero capaces de evitar un daño, de frenar un sufrimiento antes de que se produzca. Es una tarea a veces ingrata que nace del esfuerzo y la tenacidad, sobre todo, cuando faltan medios para ello.

Es lo que hacen nuestros policías y fuerzas de seguridad, aunque no tengan ni para gasolina; los jueces y fiscales, aunque les coman los expedientes por todas partes; los servicios sociales, aunque vean disminuir sus partidas constantemente. Ellos evitan muchas más muertes aunque solo los recordemos para reprocharles las que se les escapan.

Bien está, pues, reconocer sus milagros aunque haya fallado el último.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.