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María José Pou

iPou 3.0

Manta ilegal

A menudo escuchamos, a algunas voces que defienden a colectivos desfavorecidos, reclamar la dignidad de toda persona y la compasión ante situaciones durísimas. “Ninguna persona es ilegal” es uno los eslóganes de las ONG que trabajan con los inmigrantes. Sin duda, tienen razón. La persona no es ilegal, lo son sus actos. Un inmigrante no es un delincuente por ser inmigrante sino cuando roba, se introduce en territorio nacional sin documentación o vende productos falsificados. No es una persecución ad hoc. Si un español roba, entra en un campo de tiro de Defensa sin autorización o vende falsificaciones como si fueran productos originales, cae sobre él todo el peso de la ley. Y debe ser así.

Otra cosa es la consideración que el ser humano nos merece y las situaciones que padece. Hay que entender que un inmigrante vive, generalmente, en la pobreza y huye de ella cuando llega a nuestro país. Su desesperación le puede llevar a cometer actos ilegales, pero no está obligado a ello, de hecho, hay miles de inmigrantes que nunca se han saltado la ley. Humanamente es comprensible su realidad pero ese punto de partida no convierte en legal lo que es ilegal.

Pienso, por ejemplo, en el “top manta” que denuncian los comerciantes del centro de Valencia porque, con el buen tiempo y la llegada de cruceros, se multiplica. Vender un disco pirata o un bolso de “Pierre Cartin” es un acto prohibido por la ley no solo por la falsificación sino porque la venta ambulante tiene unos permisos, reglas y pagos. Podremos discutir si son necesarios o no, o si se trata de una estrategia de los ayuntamientos para recaudar, pero lo que no podemos hacer es exigírselo a unos y a otros, no. Si los mercadillos cumplen los requisitos y los negocios del centro pagan alquiler, luz, agua, IBI, licencias y tasas, lo injusto no es perseguir a un “top manta”, sino permitirle una actividad comercial sin ninguna obligación hacia la comunidad. Sin duda, habrá que tener en cuenta su situación a la hora de penalizarlo y buscar la forma de que se gane la vida sin mendigar pero la ley debe exigir a todos lo mismo o no aplicará la Justicia.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.