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María José Pou

iPou 3.0

Los saltos de Emery

Queremos que sientan los colores como si fueran propios. Que peleen por el equipo, que se dejen la piel y lo vivan con la emoción de quien se siente implicado hasta la médula. Pretendemos que jugadores y entrenadores se mimeticen con el club y respondan por él como lo hace el aficionado. Pero no es así. Y no lo es porque el aficionado no cambia de colores. Al que nace “culé” no se le pasa por la cabeza terminar “colchonero” ni al “che”, ser bético. La afición es pasional, no calculadora. Es del Valencia, del Villarreal, del Elche o del Levante “manque” pierdan. Anteanoche mismo, la desolación de los valencianistas no era compatible con la posibilidad de un cambio de chaqueta. Al contrario, era el momento de apoyar más a un equipo que hizo soñar durante hora y media. Al que cabía agradecerle su esfuerzo hasta el último minuto. Literalmente, el último minuto.

Por eso entrenadores y jugadores no son como la afición. Alguno hay que ha nacido en la tierra o ha sido acogido por ella y no se siente cómodo defendiendo y jugando en otra escuadra. Pero la mayoría luchan por quienes les hacen un mejor contrato. Y su obligación es pelear a muerte por aquellos que han confiado en sus botas, sus guantes o su habilidad estratégica. Como Unai Emery. Hizo lo que se espera de él en el momento de triunfo de su equipo, que ya no es el Valencia. Alegrarse. Celebrarlo. Sentirse triunfante.

Es cierto que hizo muchos aspavientos pero tampoco es el primero que actúa así. Aunque existan entrenadores más fríos que no muestran su euforia como lo hizo él por la banda, no puede pedirse a todos que se comporten del mismo modo. Otra cosa es que el corazoncito valencianista se sintiera molesto por esa exhibición de felicidad en un momento tan amargo para él, pero decir que quiso ofender es llevarlo demasiado lejos. Es una reacción, comprensible también, propia del que está dolido. Pero el aficionado debería pensar que su expresividad fue tan exagerada porque ya tenía asumida la derrota, porque el Valencia mereció ganar y él lo sabía. Tanto que no podía creerse lo contrario. Eso es lo que significaban sus saltos de alegría.

Temas

fútbol

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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