La vida política está sumergida en un contexto de irrealidad que debería preocupar más a nuestros dirigentes. Ayer fue un ejemplo de ello. Por un lado, Les Corts y sus riñas internas. Por otro, un debate electoral de dos ante un espectro político cada vez más fragmentado y que requeriría de propuestas corales.
Les Corts hace mucho que dejaron de ser un centro de atención para el ciudadano, que se limita a pagar el entretenimiento de los diputados y a conocer con resignación sus broncas. Para el valenciano que se levanta cada mañana y va a su trabajo sin saber si la empresa echará el cierre en breve o para el descorazonado que ya ni confía en que le llamen para trabajar, el espectáculo de Les Corts es, cuanto menos, molesto. Posiblemente se pregunta en qué consiste esa labor por cuyo sueldo no cobran mal, no viven mal y pueden pagar todas las facturas porque algunas, incluso, se las pagamos los demás. Es cierto que tienen incertidumbre ante su futuro, como los demás mortales. Hoy pueden estar en la lista y mañana, no, pero saben cómo ganarse el puesto. Curiosamente no es trabajando más, mejor y más barato sino siendo un “niño bueno” en el partido lo que no redunda en beneficio del “contratante” que somos todos nosotros sino en el de un grupo, sus siglas. Por eso, seguramente se ocupan más de cuidar al capataz, a quien manda en el partido, que al señor del cortijo, que somos los contribuyentes.
Por su parte, un debate de dos en un contexto en el que hay fuerte descontento hacia los grandes partidos -los mismos que nos metieron en esta crisis- es una oportunidad perdida. Si el panorama español y el europeo se caracterizan por el crecimiento de voces nuevas, hubiera sido el momento de escucharlas. Sin embargo, nunca hay tiempo para eso. Bien es cierto que no les impide crecer como hemos visto con algunos pero enriquecerían el debate, lo harían más dinámico y más plural, En una palabra, podría generar el interés que se va perdiendo ante los monólogos cruzados ya conocidos. El debate de ayer tampoco habla de la realidad amplia. Solo la ve con gafas antiguas que impregnan todo de color sepia.