Hay victorias amargas y derrotas que saben a triunfo. Ganar siempre es mejor que perder pero cuando el premio llega con los temblores que preceden al terremoto, la preocupación puede hacer desaparecer las ganas de fiesta.

Durante meses ha habido especulación, sondeos y pronósticos cruzados entre los grandes partidos de la Comunidad Valenciana. Unos decían que se anunciaba el caos; otros, que se mantendría el statu quo y algunos, incluso, que estábamos cruzando el umbral del apocalipsis. Ahora ya no se trata de sondeos y, aunque la extrapolación de datos europeos a elecciones autonómicas es arriesgada, la tendencia nos dice mucho sobre lo que puede suceder. De momento, el PP gana en la Comunidad pero lo hace con amargura. Exactamente con la mitad de votos que en 2009. Como el PSPV. Ambos parecen intentar coger el agua con las manos en la playa mientras ven cómo se les escapa entre los dedos. O lo que es lo mismo, cómo desaparece a través de los partidos pequeños.

¿Es Alberto Fabra el derrotado? Al fin y al cabo, el PP sigue siendo la fuerza más votada en la Comunidad, pero lo cierto es que la mitad de quienes hace cinco años eligieron estas siglas, ayer no fueron a votar o prefirieron hacerlo a otros grupos. ¿Es efecto local o la caída a nivel nacional que arrastra al PPCV? Sea como fuere, Fabra ya no puede ofrecer a Rajoy ese medio millón de votos que Camps le brindó en 2009. A eso tiene que añadir que la peor cifra corresponde a la provincia de Valencia, su aldea gala llena de irreductibles. Castellón mantiene la más alta, con un 32,4%, seguida de Alicante con un 30,84% y Valencia con un 27,44%. La mayoría de los votos perdidos, más de la mitad en ese medio millón de fugas –unos 277.000- proceden de Valencia y eso a pesar de los esfuerzos de Rus y del tirón de Rita Barberá. Ya no basta con vivir de rentas. La sangría es constante y confirma los peores presagios. Ser el más votado, como bien saben algunos compañeros de partido en otras comunidades, no asegura el poder. Ni pospone el debate de las primarias. El camino que tiene por delante el PP de Fabra es empinado, tortuoso y polvoriento.