Cuando me pongo en el lugar de quienes trataron con Urdangarín, me parece comprensible dejarse impresionar por la figura. No por sí mismo sino por su condición de yerno del rey. Es razonable que negociar con él se entendiera como hacerlo con la Casa Real y que, visto desde fuera, pudiera pronosticar buenos contactos y buenos resultados.
De eso se aprovechó, al parecer, el marido de la infanta. De unos incautos. Así lo ha expuesto hasta ahora la instrucción del caso Nóos en el que, reiteradamente, aparecen políticos acríticos con Urdangarín aunque les pidiera cantidades desorbitadas y no vieran resultados inmediatos. El problema, pues, no es solo de un pillastre como él, si es cierto todo lo que se dice. Es doble y va más allá del yernísimo y de su socio. Por un lado, del rey. Se hace difícil aceptar que la Jefatura del Estado, informada de movimientos golpistas, terroristas o amenazantes de cualquier calaña, no tuviera datos sobre un tipo que va por el mundo presumiendo de suegro para hacer negocios turbios. Por otro, los políticos de ojos vendados. Es verdad que a cualquiera de nosotros nos turbaría solo el hecho de que Urdangarín nos propusiera un trato pero un político que ocupa un cargo de alcalde, concejal o conseller no puede dejarse impresionar tan fácilmente ni puede dejar de pensar con esa parte de su cerebro que se llama “ciudadanía”. O sea, en beneficio de los ciudadanos.
De poco me sirve el embrollo de que la fundación era pública, privada o semidesnatada. La pregunta clave no es su condición jurídica. Eso es una cortina de humo para obviar que estuviera obligada a dar razón de sus gastos. La cuestión esencial es ¿de quién era el dinero? Si era del bolsillo de un concejal, no tiene que dar cuenta a nadie. En todo caso, a su parienta o a sus herederos. Pero si el dinero salía de lo que usted y yo pagamos en IBI, en impuesto de circulación o en la ORA, la cosa cambia mucho. Y me da igual si era entidad privada o mediopensionista. El dinero de todos exige transparencia en su gasto sea como sea éste. Aunque se le dé al yernísimo para montar un evento sensacional. Que no fue el caso.