La situación de Durán i Lleida se ha vuelto insostenible. La costumbre de ponerse de canto en la mayoría de conflictos acaba por pasar factura cuando se tensan tanto las posiciones. En Cataluña hoy no se puede estar con Artur Mas y no apoyar el proceso soberanista. Sin embargo, perder a Durán i Lleida aún convierte el futuro en algo más complejo. Puede que Duran no haya dado la talla cuando ha tenido que retratarse con demasiada evidencia, pero su moderación ha limado asperezas y ha propiciado ciertos encuentros que resultaban beneficiosos para ambas partes. En cambio, Mas se ha metido demasiado en la boca del lobo, el mismo que lo está devorando. Tanto que ya no puede dar marcha atrás sin que la fiera lo termine de destrozar. Haga lo que haga, está amortizado.

Precisamente ahora lo que necesita Cataluña no es extremar la demanda de independencia sino lograr algo más de lo que tiene y venderlo como un logro. La declaración unilateral solo puede propiciar un futuro incierto en lo económico y un rechazo vecinal en lo político. Lo sensato, lo que pediría el “seny” catalán de Durán i Lleida, sería marcar un camino a más baja velocidad de tal modo que el objetivo siguiera siendo el mismo. De otro modo, lograda –si se consigue- la independencia, ya no podría presentarse ese mítico Grial como factor de unidad ni horizonte hacia el que caminar. En ese momento, la continuación de la crisis económica supondría un desfondamiento moral de la sociedad catalana entusiasmada con la ruptura. En cambio, mantener como eje el deseo de independencia supondría tener siempre una válvula de escape y un “malo” al que achacar todos los errores. Sobre todo, los propios. Seguramente Durán i Lleida sabe que no puede convencer a los suyos de eso, aunque los mejores momentos de la historia reciente de Cataluña fueran aquellos en los que Pujol era capaz de sacar de Madrid lo que le interesaba. Por el contrario, dejar solo a Mas es permitir que corra hacia el precipicio por el que insiste en caminar. Puede que Cataluña consiga la anhelada separación de España pero es preocupante que lo haga fulminando su propio “seny”.