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María José Pou

iPou 3.0

Chicago años 20

Ya lo estoy imaginando. Me pasan un teléfono en un papel para que me lo aprenda y luego lo queme. Llamo en voz baja para que nadie sospeche. “¿Está Ramiro?”, “Sí, soy yo”, “Hola, soy María José. A las dos es un buen momento para comer alitas de pollo adobadas. ¿Me recoges en la parada de metro de Plaza de España?”, “Por supuesto, me muero por unas alitas. El combo está a 10 euros”. Ahí termina la conversación. Las alitas son la clave oculta. El combo es el precio del servicio. Ramiro y yo no nos conocemos de nada.

Es una escena que pretende burlar las escuchas de la NSA española. La relación entre el presunto Ramiro y yo se limita a un intento por ahorrar compartiendo coche sin que las autoridades nos persigan, multen y criminalicen. Es Chicago años 20 pero en lugar de jugar y beber alcohol en la parte trasera de una tienda, ponemos el coche a disposición de quienes van al mismo sitio y entre todos pagamos la gasolina.

Es la fina línea que separa la misma iniciativa entre compañeros de trabajo que se turnan para coger el coche y desconocidos que hacen negocio de ello. Lo primero no puede prohibirse. Lo segundo, sí. Sobre todo porque resulta injusto para quienes sacan su licencia, pagan sus tasas, se dan de alta de autónomos y declaran al fisco. Es como el top manta en la puerta de un negocio. Si es lo mismo ser legal y no serlo, quien lo tiene todo en regla dormirá mejor pero se sentirá estúpido.

El problema es la dificultad para diferenciar cada cosa en soportes que ayudan a eludir la mirada de la Administración. Es lo que intenta la llamada de atención que Fomento ha hecho estos días recordando las multas para quien oferte, difunda o realice esos servicios. La pregunta es cómo saberlo. ¿Van a multar a esa monjita que siempre recomienda al marido de una sobrina para que te lleve al aeropuerto “y así se gana unos dinerillos”? ¿O al estudiante que, acostumbrado a llevar gente de clase durante el curso, sigue haciendo viajecitos para pagarse las copas de agosto? ¿Van a rastrear tablones universitarios o de hospital? Internet no es más que eso: un gran tablón de anuncios más fácil de rastrear.

Temas

crisis

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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