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María José Pou

iPou 3.0

Vidas de saldo

Nunca me han gustado las películas de vaqueros. Entiendo que tienen sus grandes virtudes y que existen verdaderas joyas entre sus títulos pero yo las evito siempre que puedo. No son las únicas. Me pasa con casi todas las de acción. La razón es la misma: en ellas, la vida no vale nada. Pueden matar a treinta sin que se les mueva un cabello y seguir pimplándose el whisky en la taberna. Ya sé que mueren de mentirijillas y que, además, siempre son los malos los que caen, pero me provoca la misma inquietud. La vida de otro es irrelevante y, si molesta, se le suprime.

Supongo que por eso tampoco me gustan los videojuegos violentos que consisten en matar a otros. No es solo porque no encuentro mejora personal en simular asesinar masivamente sino porque hay unos objetivos, legítimos o no, que obligan a deshacerse del enemigo.

Se parece demasiado a la realidad. No hay más que ver estos días las noticias, entre la matanza del avión malasio y la operación de Israel en Gaza. Los viajeros del avión derribado son piezas en el ajedrez del poder en Ucrania, o tal vez en el mundo con una reedición de la guerra fría que creímos haber superado. Sus vidas no tienen valor. Ni siquiera la de los 80 niños que viajaban a bordo. Sus almas forman parte de un mapa estratégico de unos descerebrados que necesitan el dolor de Occidente para lograr sus fines. Son quienes juegan al Risk con inocentes como si fueran figuras de plástico de color rojo, negro o azul.

Lo peligroso de su planteamiento no es la violencia en sí misma. Ya casi no la tendría en cuenta en el razonamiento. Lo grave no es el medio usado sino el fin. Y no estoy refiriéndome a la disolución de Ucrania ni a los fines nacionalistas. Me refiero a la conquista del poder como finalidad preferente respecto a la conquista de la autoridad moral basada en el respeto a los derechos humanos y a la dignidad de cada persona. Eso sí es un logro y no lo anterior. Lo otro pertenece al siglo XV antes de Cristo. O a hace un millón de años. O tal vez a la naturaleza humana ajena a la evolución. Es un homínido intentando dialogar con un filósofo contemporáneo. Un imposible.

Temas

violencia

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.