Es posible que el diseñador solo pensara en cómo vestir a un niño de sheriff, pero el resultado estaba en las antípodas de esa intención. Cuando la estrella del Oeste es de color amarillo, tiene seis puntas y aparece cosida en un pijama de rayas, el inocente guiño a los vaqueros, si es que era eso, se transforma en una mueca de dudoso gusto. Es lo que le ha sucedido a la marca Zara, envuelta en la polémica por la venta de un pijama demasiado parecido al que vestía el protagonista de la novela de John Boyne y que compartía con los demás judíos prisioneros de Auschwitz o de los otros campos de exterminio.
Lo que llama la atención es que, presumida la buena fe, haya podido pasar los controles de un gran holding como ése sin que nadie haya visto la falta de delicadeza que suponía su venta. Ya es casualidad que la estrella de sheriff sea amarilla. Supongo que evoca el metal pero hay tantos matices en el cobre que escoger justo aquel color que impusieron los verdugos a sus víctimas para diferenciarlas es mucha puntería. Las seis puntas recuerdan demasiado a la Estrella de David si bien hay placas de sheriff con cinco y con seis y se diferencian por la punta redondeada. Que, además, la estrella se cosa a un pijama de rayas, aunque sean horizontales frente a las verticales originales, es también demasiada coincidencia. Podían haber dibujado un fondo vaquero o una camiseta con el chaleco del sheriff pero escogieron el peor estampado para acompañar a una estrella amarilla. O viceversa. En cualquier caso, la marca lo ha retirado y se ha disculpado, pero lo sorprendente es que haya sido la reacción de Israel quien lo haya logrado. Como si al resto del mundo se nos hubiera olvidado el dolor que hay detrás de los pijamas originales y pudiéramos vérselo puesto a un hijo sin escalofríos.