>

Blogs

María José Pou

iPou 3.0

Tocar a gloria

Una de las cosas que más sorprenden a muchos occidentales cuando visitan un país de mayoría musulmana es la llamada a la oración. Es un momento emocionante que tiene una magia especial. De pronto parecen hablarse los minaretes de todas las mezquitas de la ciudad. Para quienes no sabemos árabe hay algo que se nos pierde en esos cánticos que recuerdan a los fieles la grandeza de Dios y la necesidad de parar todo para hincarse de rodillas y rezar. Pero aún desconociendo el sentido, esa especie de letanía indica que por encima de todas nuestras ocupaciones, hay una principal y sagrada.

Lo curioso es que el encuentro con una fe tan pública como la islámica es, para muchos, impactante, antropológicamente sublime y digno de grabar en sus móviles o en sus cámaras para contarlo, con detalle, a sus amigos y familiares al volver del viaje. Algunos, incluso, no encuentran incoherencia entre esa admiración por lo foráneo y el rechazo a las campanas de su pueblo. Sin pudor, muestran un vídeo de Estambul a la hora del rezo como gran cosa y, al mismo tiempo, se quejan de que el párroco se empeñe en tocar las campanas antes de misa. Las campanas son nuestras llamadas a la oración y mucho más, como bien saben quienes reconocen los toques tradicionales, aunque muchos se hayan perdido. Las campanas eran el Whatssap de nuestros ancestros. Así se comunicaban las defunciones, las alertas por piratería o los incendios. Ahora, con suerte, nos quedan los avisos para las misas, las horas o la alegría de las grandes ocasiones.

Eso es, precisamente, lo que vive Valencia desde ayer y durante todo el día de hoy. Las campanas tocan como solo lo hacen en momentos especiales, no en vano, no es frecuente el cambio de Arzobispo. Eso es lo que dice el Micalet y todas las campanas de la Diócesis desde que ayer entrara en ella el cardenal Cañizares. Como suele suceder, los ritos religiosos aún mantienen determinadas costumbres preciosas, propias de otros tiempos pero dignas de apreciar en estos. Por ejemplo, salir a recibir al nuevo prelado en el primer pueblo de la Diócesis por donde pase. En el caso de Valencia, viniendo de Madrid, esa localidad es Villargordo del Cabriel. Como sabemos, llegar hoy a cualquier punto del mundo resulta muy fácil y estándar. Era tan sencillo como tomar un avión en Roma y aterrizar en Manises. Sin embargo, la iglesia opta por ese ritual de llegar despacio, por los caminos de España, y “entrar en la Diócesis” e incluso pararse a reposar en el Colegio Jesús-María antes de la toma de posesión. Es lo propio del rito: marca los tiempos y separa lo mundano de lo sacro. No es intercambiar una cartera y un despacho. Es entrar en el corazón de los fieles y ponerse a su servicio. Por eso las campanas advierten de algo especial. Lo es. Como lo son unos sonidos en peligro de extinción que deberíamos cuidar más.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


octubre 2014
MTWTFSS
  12345
6789101112
13141516171819
20212223242526
2728293031