Una de las formas de torturar a los prisioneros en la Edad Media era el desmembramiento, o sea tirar de sus miembros hasta descoyuntarlos. Para ello se utilizaba el potro, con una rueda que giraba alejando brazos y piernas, o caballos que corrían en direcciones opuestas. Esa imagen tan horrorosa es la que parece representar Artur Mas cada vez que sale tomando una decisión o explicando los pasos a seguir en su camino hacia el abismo. Por un lado, los soberanistas, que le obligan a seguir avanzando pues el primero en caer por el precipicio será él; por otra, los propios intereses de partido que, de momento, sigue siendo Convergència, aunque a ratos el President parezca ser la cabeza de lista de ERC. Cabeza de lista o de turco, tant se val.
Ambos presentan la disputa actual como una lucha por Cataluña pero a estas alturas no parece que sea ese el interés primordial. Las elecciones “plebiscitarias” de las que hablaba ayer no son sino un modo de no fracasar del todo. Si después de la que ha montado, se presenta a unas elecciones y le gana ERC, que según las encuestas es lo que sucedería, la única conclusión es que ha hecho “el primo” haciéndole la campaña a su oponente político. Por eso ayer se dedicó a apelar una y otra vez al consenso y a que el adversario es el Estado español.
Llamaba la atención esa insistencia en el consenso. Los problemas últimos y la decisión de no convocar pero sí convocar nacían de esa pérdida de la unidad. Una, dos, tres o más veces lamentaba la falta de cohesión y que ya no iban “tan juntos” como hasta ahora. Y así no hay quien gane las elecciones. Artur Mas quiere conseguir una lista única para vencer pero habría que preguntarse si el electorado convergente está dispuesto a votar a Esquerra o si Esquerra está dispuesta a rebajar sus pretensiones para aceptar a los chicos de Convergència. Lo quiso presentar como un gobierno de unidad nacional, una situación extraordinaria que requiere medidas extraordinarias. Como el día en que toda la prensa catalana publicó el mismo editorial. Es un modo de resumir ese “toda Cataluña pide”. Sin embargo, los resultados electorales de ERC hasta ahora no dicen eso, como ayer recordaba Alicia Sánchez Camacho. Cataluña nunca ha dado una mayoría a la izquierda independentista. Ni siquiera ahora está previsto, aunque le auguren el mayor número de votos. Eso ya representa la voz de los catalanes sin plebiscitos ni urnas alternativas. Y cuando Convergència ha llevado en su programa un proceso soberanista, ha visto reducirse su apoyo electoral. Quizás por eso todos se necesitan en unas elecciones. Unos, para ganar y otros, para no perder. Y además hay que presentar a España como adversario. Para no ver que es el otro el que está peleando por la misma cuota de poder que uno mismo. O para verlo y hacer como que no se han dado cuenta.