Dos grandes multinacionales tecnológicas han ofrecido a sus empleadas un paquete nuevo en el seguro médico. A partir de ahora cubrirán los gastos de la congelación de óvulos. La razón es que han comprobado que tienen pocas mujeres trabajando para ellos, a pesar de su cualificación en ese terreno, porque cuando deben elegir entre su carrera profesional y sus ganas de ser madres, eligen esto último. Así, les resulta tan difícil compaginar el cuidado de unos hijos con un ascenso y una promoción laboral que terminan por desistir. Con la congelación de sus óvulos a los treinta, pretenden asegurar que pospondrán la maternidad cuando hayan consolidado su posición profesional. Supongo que la decisión es bienintencionada. Al menos, para las cuentas de la empresa. Es decir, no niego que se pretenda ayudar a la mujer pero siempre después de usted. O sea, después de ayudar a la empresa a ganar más y a no echar a perder el talento que tiene entre su personal femenino.
El problema sigue siendo coral. No es solo que determinados empresarios o concejales de ayuntamientos madrileños o presidentas de entidades empresariales consideren la maternidad una molestia. También lo ven así las interesadas. Como un obstáculo. La diferencia es que ellas lo ven así porque no tienen opción. Los anteriores, sí. Son ellos quienes deben regular la vida laboral de forma que pueda atenderse a ambos objetivos.
La lucha por la conciliación no es un capricho de cuatro mujeres que además son madres. Debería ser la lucha de todos los trabajadores. Y diría que de toda la sociedad. Conciliar no es dar el pecho a los bebés. Es, ante todo, considerar que el trabajador es una persona y no una pieza de un engranaje. Eso significa que su trabajo es solo una parte y, no necesariamente la esencial, de su vida. El problema es que esta sociedad sigue siendo androcéntrica y los hombres, desde hace siglos, han dedicado su tiempo a ganarse el pan. ¿Por qué se quejaba la presidenta del Círculo de Empresarios de que las mujeres se quedaban embarazadas? Porque los hombres no se cogen, con la misma proporción, el permiso por paternidad. ¿Por qué estas empresas pretenden que se posponga la maternidad? Porque la paternidad no altera las jornadas laborales. Si el hombre acostumbrara más de lo que lo hace a pedir permiso para llevar al niño al pediatra o para ir a una reunión del cole o para cuidar a su padre enfermo, no se señalaría tanto a la mujer. Se vería como lo que es: la vida está más allá del puesto de trabajo. Mientras sean las mujeres las que tengan que asumir la carga doméstica casi en solitario es muy difícil que se dejen de ver esos asuntos como “cosas de mujeres”. No lo son. Vivir debería ser la prioridad. La conciliación no es una exigencia de las madres. Es de las personas que pretenden seguir trabajando en el siglo XXI y no en el XVIII.