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María José Pou

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El lado de los buenos

Hay un acierto en los Premios Príncipe de Asturias, que se acentúa lógicamente en los Jaume I: todos ellos reconocen el talento, el esfuerzo y el trabajo por el avance de las ciencias, las artes y la grandeza humana, por eso entre los premiados suele haber pocos políticos. No significa que no haya habido ninguno. En efecto, entre los galardonados en Asturias hay un grupo notable por sus méritos en el ámbito de la Cooperación Internacional pero llama la atención que casi todos recibieron el premio en los 80 y los 90. En la última década apenas aparecen y, en su lugar, el jurado concede su aplauso a entidades sociales y cívicas. La Fundación Fullbright este año, la Cruz Roja, la OMS, la Organización Nacional de Trasplantes o el Programa Erasmus, en las convocatorias más recientes.

El cambio es curioso y llamativo frente a lo que sucedía a finales del pasado siglo. Entonces podíamos ver desfilar por la alfombra del Teatro Campoamor a Helmut Kohl, Mario Soares, Arafat y Rabin o Delors y Gorvachov. Eran tiempos de dificultad pero de esperanza en la llegada de tiempos nuevos. Así ocurría con la posibilidad de que Israel y Palestina zanjaran un conflicto enquistado desde hacía décadas o Delors y Gorvachov inauguraran el que se llamó entonces un “nuevo orden internacional”. Con todos los dolores y sufrimientos, sin embargo, la convicción de que el mundo era mejor que durante el resto del siglo XX creaba la ilusión de estar asistiendo a un amanecer que no nos permitiría volver a la oscuridad de otros tiempos. Nos engañábamos. No sabíamos adónde nos iba a conducir la codicia y el culto al becerro de oro con la connivencia de políticos y dirigentes. Por eso quizás es difícil verlos. Los encontramos enfrente, junto a los miembros de la Fundación y embajadores de los países de origen de los premiados.

Tal vez se cumple lo que dijo el rey en su discurso citando las palabras de Quino, el creador de Mafalda. Su objetivo al dibujarla –dijo- era hacer “que el mundo vaya del lado de los buenos”. No lo digo como juicio moral contra la clase política. Yo pretendo vincularlo al “talento”. Los premiados representan lo mejor de la naturaleza humana y, a quienes estamos viendo día tras día lo peor, nos reconcilian con el ser humano. Hemos conseguido hacer un mundo terrible para las niñas nigerianas, para las mujeres congoleñas como recordó Caddy Adzuba, para los niños etíopes o para los ancianos europeos. Sin embargo, hay miles de personas anónimas levantándose cada día para cambiar eso, para luchar contra la injusticia y sacar de la miseria, la violencia o la indignidad a inocentes. Quizás los medios, focalizando la atención en los políticos, personajes que creemos de primera fila, dejamos de mirar a los anónimos que hacen avanzar con su ciencia y con su humanidad. El lado “de los buenos” por el que lucha Mafalda.

FOTO: RTVE

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Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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