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María José Pou

iPou 3.0

Solo algunos

Lo tiene difícil Rajoy. Aunque se empeñe, como ayer, en prometer mano dura contra la corrupción y ofrezca una serie de medidas para luchar contra las malas prácticas, es complicado que tenga éxito presentándose como el regenerador de la vida pública. Pocas caras conocidas pueden asumir esa condición. Su apelación a que los hechos conocidos “hablan más del pasado que del presente” no consuela ni resta importancia a lo sucedido. Lo que conocemos prueba una forma de actuar, un comportamiento que se ha dado por bueno en todos los niveles de la Administración y de la política. Sin embargo, hemos visto pocas decisiones sobre esa Administración hinchada, fuera de control o con los mecanismos de control anulados de facto. De poco sirve que ahora los mismos que han consentido, han mirado hacia otro lado o han participado en actividades poco honorables prometan, como los niños, que se portarán bien. “No se me vale”, dicen los críos cuando quieren hacer borrón y cuenta nueva en el juego porque la partida no les beneficia. Ese “no se me vale” significa “empecemos de cero como si nada hubiera pasado”. Pero ha pasado. Y en España el azote de la corrupción ni es nuevo ni sorprende excepto por la inoportunidad de haber sido mantenida cuando los contribuyentes, emprendedores, autónomos, trabajadores a tiempo parcial, parados o desahuciados ya se ahogaban. Eso es lo que lo hace especialmente doloroso e inexplicable para todos.

De hecho las dos últimas oleadas de corrupción política han mostrado esa cara implacable de la crisis. También en los 90 vivimos algo similar, aunque no tan fuerte ni tan extendida. En los años de “vacas gordas”, nadie protestó mientras algunos se beneficiaban. Sin embargo, pasó el 92 y empezó España a sufrir. Fue entonces cuando supimos de todos los manejos en torno a la Expo y lo demás. Ahora, de nuevo, hemos vivido unos años de bonanza que han sido aprovechados por los de siempre -esos “pocos” de los que hablaba Rajoy ayer- para enriquecerse y enriquecer a sus amiguitos a cambio de favores. Tampoco protestamos entonces. Lo hacemos cuando la situación nos ha vuelto hipersensibles por las condiciones económicas que nos envuelven. Por eso se entiende el enfado general pero chirría frente a la inacción en el pasado. La vigilancia no puede reducirse al periodo difícil para los ciudadanos. Ha de ser permanente y abundante. No basta con decir que solo son algunos como solo eran algunas cosas ciertas las de Bárcenas o solo salían unos hilillos de petróleo del Prestige. El problema no es que sean unos o muchos. Es que haya uno solo y no se corte. Cuando se trata de corrupción, la cantidad solo escandaliza pero no hace peor el gesto. Rajoy tiene razón cuando intenta evitar la imagen de España como queso gruyere de la corrupción pero no debemos minimizar ni una sola factura. Aunque sea de chuches.

Temas

crisis

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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