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María José Pou

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La carrera de la mujer

Turquía quiere ser Europa. De hecho, Turquía tiene una relación especial con la Unión Europea y desde hace quince años es candidato a la adhesión. Sin embargo, a pesar de su interés estratégico y de los reiterados esfuerzos de algunos líderes europeos, como el propio Mariano Rajoy, Turquía no consigue entrar en el club de los selectos. Y no me extraña. El drama del país del Bósforo es que se halla dividido entre Asia y Europa. Estambul lo simboliza extendiendo un brazo hacia el continente mientras el resto del “cuerpo” vive en realidad en Asia. Turquía no es Europa y su problema es que situarlo en Asia no es beneficioso para él por culpa del extremismo islamista.

En ese punto es en el que podemos agradecer la candidatura a entrar en la UE. Aunque no se materialice. Aunque no la lleguemos a ver nunca, e incluso resulte cansina. Sus aspiraciones hacen que aún se alcen voces contra determinadas posturas inaceptables para la UE. La última ha sido la del ministro de Sanidad reduciendo a la mujer a la condición de madre. Para él, la carrera más importante de una mujer es la maternidad y nada debería ser más importante para ella que eso. Aunque es cierto que se trata de una decisión que marca y cambia muchas veces la vida de una mujer, no puede reducirse a la mujer a simple gestante. La diferencia entre los valores de la Europa ilustrada y del radicalismo religioso –del signo que sea- es la palabra clave en la frase anterior: decisión. Ser madre es grandioso, sin duda, pero es una opción que algunas mujeres toman. Y otras, no. Resulta curioso cómo desde posiciones religiosas –también cristianas- se exalta la renuncia a la maternidad y paternidad en los consagrados a Dios pero se censura eso mismo en los seglares. La maternidad no es la principal carrera de una mujer. Salvo que ella lo decida así. La Nobel de Medicina italiana Rita Levi Montalcini nunca fue madre. Decidió que su forma de crear vida era entregarse a la Ciencia. No la tengo por una vida poco fértil. Al contrario.

Además, si el principio es aplicable a la mujer, debería serlo igualmente en el hombre. La paternidad debería ser considerada la principal carrera de un hombre y la vida laboral debería girar en torno a ella. Pero no es así. Lo que subyace a ese planteamiento, aparte de reduccionismos religiosos, es una visión machista, nacida de una sociedad patriarcal en la que ¡todavía hoy! el hombre lleva el jornal y la mujer domina el ámbito doméstico. Eso es incompatible con la Unión Europea. Turquía no puede ni asomarse por un entorno de libertad e igualdad como el construido en los últimos 60 años con planteamientos que avergonzarían al mismísimo Atatürk. Por eso hemos de celebrar que pretenda entrar en la UE. Eso frena a los extremistas, aunque sea hacia el exterior. De lo contrario, Turquía ahora mismo sería la hermana pequeña de Irán.

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Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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