Muchos profesores intentan, en vano, que el alumno no se fije tanto en la nota de su ejercicio como en las anotaciones y correcciones que se le hacen. El objetivo es que no se conforme ni se desanime; al contrario, que cada trabajo le ayude a mejorar. Y el mejor sistema para ello es aprender de los errores para no volver a cometerlos.
Del mismo modo, los ciudadanos nos quedamos, demasiadas veces, con la mera cifra de paro o de inflación que se publica cada mes pero desconocemos cuáles son los fallos del sistema. Siendo importante, la cifra es un elemento cuantitativo más que cualitativo. El número nos dice si crece o decrece; si la cifra es esperanzadora o deprimente, pero no nos habla de otras entretelas importantísimas. Cuando conocemos, por ejemplo, que el desempleo subió en la Comunidad Valenciana después de Navidad nos queda un mal sabor de boca inevitable. Sin embargo, lo más preocupante no es eso sino la actitud con la que lo afrontan los protagonistas. Da la sensación de que muchos parados ya “descuentan” la temporalidad como los mercados y las Bolsas descuentan un “default” o una mala noticia que produce inestabilidad. Los parados que han sido contratados en diciembre para afrontar la campaña navideña ya saben que su trabajo más que temporal, es efímero. Les resuelve uno o dos meses pero poco más. Y, así, van encadenando precariedad tras precariedad. Desde esa mirada, la subida del desempleo no es imprevisible ni sorprendente. Y diría que no es ni siquiera subida en sentido estricto. Ese trabajo no debería ni computarse como empleo creado ni como empleo destruido. Está más allá de todo eso por su fugacidad y distorsiona la visión que acabamos teniendo del mercado de trabajo.
El peligro es que nos estemos acostumbrando a ello o que ni siquiera podamos diferenciar una cosa y otra. Leemos la cifra global y no acabamos de saber si es un trabajo de calidad o no lo es. La mirada cuantitativa nos empaña la visión. Es el momento de conocer a fondo el tipo de trabajo creado y el destruido. Que se pierda un puesto de trabajo cualificado e indefinido y, en su lugar, surjan otros tres sin cualificación y temporales produce espejismos. No se han creado tres puestos de trabajo. No, al menos, en las mismas condiciones. La cifra no habla de la realidad de esos trabajadores. Lo que cambia es el impacto de esa transformación en la vida de los ciudadanos. Ocurre lo mismo cuando de ese mismo contrato implica además que el trabajador asuma la condición de autónomo. Es una tendencia que se multiplica día a día pero queda oculta bajo cifras de creación de empleo. Deberíamos exigir a nuestros dirigentes que dejaran de refugiarse tras las cifras y que tuvieran una visión cualitativa del trabajo. Tal y como lo viven los afectados: con detalle y con conciencia de lo que cambia un tipo u otro de creación de empleo.