El periodo de sesiones en Les Corts tuvo un final digno del momento que vivimos. En la víspera de que termine en TV un reality show que ha tenido en vilo a media España, el hemiciclo valenciano acoge una escena llena de sorpresa y ternura. En ella, un diputado que se va porque no le quieren, se sacude como San Vicente Ferrer el polvo de las alpargatas a la vista de todos. Mientras, proclama, victorioso, que se lleva lo más grande en su corazón, el amor de su amada. Después de ver eso, en el reino de la exposición permanente de la intimidad, dudo de que la próxima legislatura nos pueda traer un momento que lo supere. Es difícil. Solo confío en que sea “la cadena amiga” la encargada, en el futuro, de diseñar un final de fiesta a la altura, quizás con Tania y Pablo reconciliándose a las puertas de La Moncloa o tal vez, en los jardines del Palacio de Miraflores allá en Caracas. Solo un espectáculo de esa dimensión podría mejorar lo vivido.
No lo minusvaloro. Al contrario. La política real es lo que está verdaderamente sobrevalorado. Lo que queremos los espectadores es un paso más en el pan y circo de la vida parlamentaria. Puesto que los debates son ficticios e inútiles –no ayudan a buscar acuerdos sino a evidenciar los desacuerdos- solo podemos exigir que haya algo de verdad en lo que nos muestran. Eso de las piedras, las camisetas y demás zarandajas solo son “cebos” para atraernos a la pantalla. Se necesita algo más. ¡Qué mejor, pues, que enseñarnos “la vida en directo”, como llaman a esa realidad guionizada tan entretenida de los reality! En adelante, espero que nos den motivos para seguir con interés la vida de nuestros políticos. Si ya tenemos broncas, desavenencias, grupos enfrentados, juego de tronos y ruedas de prensa convertidas en “confesionarios” donde despotricar del contrario, ¿por qué no esperar cierto “edredoning”, parejitas que hacen manitas, escenas del sofá o reencuentros con hijos, padres, amigos o representantes bañados en lágrimas y trufados de declaraciones incondicionales de amor? No lo digo en broma. Tal vez así la política empezara a engancharnos. Es pura humanidad. Son muchas horas de roce y convivencia que crean lazos y acercan a las personas. Es entrañable saber que los próceres de la patria acuden a su tarea con un aliciente añadido cada mañana, que se implican, que tienen una recompensa interior que vale más que todo el sueldo que puedan ganar o perder, según las alianzas que se forman. Urge, pues, imponerles pruebas que superar cada semana donde tengan que emplearse a fondo si no quieren perder la compra semanal y acabar pasando hambre.
En la víspera de que termine Gran Hermano Vip, ha surgido un nuevo formato que dé una vuelta de tuerca más al espectáculo de la intimidad. Es una pena que Berlusconi ya no esté en activo. Hubiera sido el Belén Esteban del nuevo show.