No pudo definirlo mejor. Rajoy se refirió ayer a que la prioridad actual del PP es aquello que de verdad preocupa a los españoles y no los enredos “que interesan a 25”. Aunque a estas alturas cuesta creer en la primera parte de la frase, tanto en el PP como en cualquier otro partido, la segunda es el modo más claro de referirse a lo que está sucediendo en varias formaciones políticas estos días. Y no es una prerrogativa de “la casta” como diría Pablo Iglesias, sino de todos, incluido su partido. Lo hemos visto en apenas un par de días con un presidente del PP apelando a la unidad con una negación para que nadie lo cuestionara; un PSOE que ha tenido que rebajar el perfil de Sánchez hasta que pasaran las elecciones andaluzas y se asentara Díaz; un Toni Cantó bajándose del carro de UPyD tras el pulso entre los críticos y la dirección actual o el propio Iglesias intentando calmar a sus respondones en una rueda de prensa diseñada con tiralíneas.
Han sido 48 horas en las que se han evidenciado los enredos de los 25 como lo definió Rajoy en su discurso ante la Junta Directiva Nacional del PP. Todas las polémicas tienen que ver con movimientos de poder dentro de cada formación solo aparentemente relacionadas con los intereses ciudadanos. A menudo se presenta el enfrentamiento interno como una confrontación de pareceres y visiones opuestas sobre diagnósticos y soluciones a los problemas del país, sin embargo, muy pocas veces el fondo de la cuestión es una discrepancia ideológica. O, al menos, únicamente una discrepancia de ese tipo. Cuando Mayor Oreja o Gallardón se desmarcaron de Rajoy lo hicieron por cuestiones de principio pero también, y sobre todo, por no ser escuchados ni considerados ellos y el sector al que representaban. Fueron retiradas de perdedores en la batalla por el control del partido. Lo mismo parece ser la postura de Cantó que ha seguido a otras menos sonadas en su formación, pero igualmente peligrosas para un partido avasallado por nuevas opciones. Es lo que tiene la fragmentación del mapa político: deja espacio para los nuestros pero también para otros.
Es lo que no se esperaba el propio Pablo Iglesias, muy ufano al frente de un grupo que parecía ocupar el espacio virgen y no disputado de quienes rechazaban a los grandes dinosaurios. Para su sorpresa, ha llegado Ciudadanos y se ha extendido más de lo que imaginaba el mismo Rivera. Es cierto que lo ha conseguido gracias a una campaña muy bien orquestada para recoger el descontento por la derecha arrebatándosela en parte a la izquierda, pero es una disputa legítima que exige otra visión y misión en Podemos o un modo distinto de vender la suya. Son enredos que interesan a 25, como casi todo lo que compone la vida de los partidos, por mucho que en las próximas semanas cubran sus pieles de lobo con esponjosas lanas de cordero lechal.