Aunque ahora ande entretenido en la campaña electoral, Rajoy debería mirar de reojo a algunos de sus más próximos colaboradores. Estoy pensando concretamente en el ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo. El ministro ha conseguido durante estos años dar un perfil suficientemente bajo como para no producir estridencias y, sin embargo, notable cuando ha tenido que asumir protagonismo. No se refugia en el silencio, antes bien es capaz de hablar de los temas más espinosos y no salir, en cambio, escaldado de la experiencia. Empezó su mandato al grito de “Gibraltar, español” y a muchos nos pareció que pertenecía a esa generación reivindicadora del Peñón, con una imagen imperial de España en franca decadencia. Su propio aspecto recuerda a esos compatriotas de otro tiempo y otras coordenadas. Parece, en definitiva, que va a rememorar la marcha de españoles a Alemania y los vuelcos de camiones en la frontera con Francia. Sin embargo, sus intervenciones, lejos de ser problemáticas, son certeras. Es un ministro capaz de hablar sin tapujos sobre los temas candentes y no morderse la lengua ni rectificar minuto y medio después de terminar la frase. Es firme, valiente y rotundo en los contenidos y suave pero no servil en los modos. En una palabra, no es gallego, dicho sea con todo respeto. Lo digo porque, al lado de Rajoy que no sabes si sube o baja, García-Margallo no solo dice la dirección que toma sino que aclara la duda para quien no se quedó con la copla. El ministro de Exteriores sube cuando dice que sube y baja cuando anuncia que baja.
Su diplomacia consigue, además, que mantenga el equilibrio siempre. Habla sin remilgos de todo pero se contiene aun cuando lance algunos dardos envenenados. No teme la pregunta comprometida ni el escrache o abucheo. Lo vimos ayer mismo en Mauthausen cuando algunas personas le recriminaron su presencia en el homenaje a los españoles asesinados en el campo nazi. Ante las críticas dijo: “Aquí sois muchos los españoles descendientes de españoles que fueron masacrados en este campo. Y por eso mi sitio, mi corazón, mi espíritu y mi inteligencia está con todos vosotros. Por eso en contra de lo que se ha dicho, mi sitio está aquí”. Palabras de presidente de gobierno. Así de claro. No es especulación vana. Cada oleada del CIS nos trae la misma conclusión. García Margallo es el ministro más valorado después de Soraya Sáenz de Santamaría. Así se refleja en el último y algo similar en los otros. Entre los tres primeros siempre. Su gestión también le avala. En especial las dos últimas encomiendas: la crisis con Marruecos tras el accidente de los espeleólogos en el Atlas y el procesamiento judicial de altos cargos alauitas así como el rescate de españoles en Nepal. Eficacia sin campanillas ni verborrea inútil ni polémica estéril. Un buen perfil para reivindicarse en 2016.