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María José Pou

iPou 3.0

Monjas de la tele

Si hubiera sido Ratzinger, hubieran atribuido las suspicacias a la condición de antiguo, censor e inquisidor general del “Papa sabio”. Pero no ha sido él sino su sucesor, el aperturista, comprensivo y siempre abierto “Papa indignado”, Francisco I. Durante su pontificado la Santa Sede ha “osado” llamar a capítulo a dos monjas televisivas y políticas, Sor Lucía Caram y Teresa Forcades. Cabe decir que Forcades no es desconocida por las autoridades vaticanas pues lleva décadas manteniendo un discurso disruptivo y atípico, totalmente alejado de la visión tradicional de las monjitas metidas en un convento y haciendo yemas de Santa Teresa. Forcades es un nombre habitual entre quienes se interesan por la teología feminista, mucho antes de que llegara la gripe A y ella cargara contra las empresas farmacéuticas o se desatara el independentismo catalán y la religiosa se lanzara a proyectos rupturistas.

En el caso de Caram, lo que le conquistó fue la televisión, donde lo mismo hace unos pastelitos en el Canal Cocina que participa en una tertulia política en Cuatro o habla de su querido Barça en el Chester de Risto. Es verdad que hace comentarios chocantes en una monja pero, en ocasiones, muy necesarios y valientes al referirse a un estado de cosas inaceptable desde la visión cristiana: la pobreza, las desigualdades, la injusta redistribución de la riqueza, todo ello cabe en el discurso de “la monja de la tele” mucho más productivo y evangelizador que la participación de curas o monjas en La Voz, ya sea en Italia o en España. Por lo general, el problema de estas monjas es que se junta un prejuicio social muy arraigado y una extralimitación suya que al mismo tiempo aleja y acerca a algunos. Es la pauta de la institución en estos momentos, la tentación de llegar a la oveja perdida aun a riesgo de perder a las 99. Lo mismo hace el Papa. El problema no es que una monja hable de política (¿por qué no va a hacerlo si es una ciudadana como los demás?). El problema es que sea imprudente en sus comentarios y tenga alrededor una comparsa de palmeros políticamente correctos.

Es el Evangelio el que habla de no escandalizar pero tan escandaloso puede resultar que una monja hable de independencia catalana como que calle ante el sufrimiento de tantas familias por la avaricia del sistema y de los especuladores que les sacan la sangre. Lo triste es que solo estas monjas sean noticia. No es por culpa de ellas sino de nuestra mirada que se queda en los fuegos artificiales y no se interesa por toda esa tarea inmensa que hacen silenciosamente tantas religiosas con los débiles, enfermos, ancianos, presos, desamparados o desahuciados. Que estas dos visibilicen a las monjas de hoy tiene sus riesgos pero también sus ventajas. En pleno V Centenario de Teresa de Ávila bien está recordar que Dios también anda entre los pucheros.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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