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María José Pou

iPou 3.0

La voluntad de Valencia

Dentro de unos años se harán tesis doctorales sobre Rita Barberá. Ahora nos parecerá difícil, extraño y hasta hilarante pero es lo que suele pasar cuando se va una gran figura del escenario público tras perder el encanto que la encumbraba. Los primeros años serán de olvido, ninguneo y hasta cierto escarnio innecesario. En la retina quedará esa última imagen que resulta amarga, injusta y escasa para resumir una carrera de un cuarto de siglo: la del perdedor viendo bajar el telón. Sin embargo, con el tiempo tendremos la distancia emocional y la perspectiva imprescindibles para ser justos con quien ha sido, y es, una enorme política. Un monstruo de la política local. Se mire por donde se mire, y aun con todos sus errores –el último, no irse a tiempo-, Rita Barberá ha sido un caso digno de estudio.

Lo fácil ahora es hacer leña del árbol caído como solo en España somos capaces de hacer, con esa acritud y ese revanchismo que constituye el peor pecado de los españoles. No es la envidia nuestro mal, por mucho que insistan algunos, sino el cainismo y la venganza desmesurada sin que nadie haya mentado siquiera a la madre. ¿De dónde viene el odio que les hacía a algunos espetar a la alcaldesa un “¡muérete!” en su última visita a los mercados? ¿De dónde tamaña desproporción? Es lógica la discrepancia, el hartazgo y los deseos de cambio pero es irracional ese afán de vendetta. Es lo que ha vivido en los últimos años una política que pudo saltar del barco cuando empezaba a hundirse y no lo hizo. Pudo “vender” a su protegido Camps cuando la estrategia recomendaba apartarse del apestado y no lo hizo. Incluso tuvo ocasión de auparse en los tiempos bajos del propio Rajoy y reivindicarse para ir a Madrid convirtiéndose en la Merkel mediterránea y ni se le ocurrió. Nunca quiso dejar de ser la alcaldesa de los valencianos excepto cuando ellos decidieran que así fuera. Y el día llegó. Y Barberá se plegó a su voluntad, como reconoció en la noche electoral. Una última lección de democracia de quien es ya el pimpampum de la broma malintencionada. Un día lo fue del chascarrillo inocente que intentaron recuperar quienes vieron en el “caloret” el último episodio de la Rita más cercana. Fueron sus miopes y viejos augures quienes le dieron una errónea lectura del vuelo de las águilas. No había bondad alrededor. Era el momento de decir adiós. Pero a ella la puso Valencia y solo Valencia la quitaría. Y hoy, aun con todo el descalabro, no la ha echado. Se irá siendo la candidata más votada.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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