Parece que la sensatez se impone en las negociaciones para lograr acuerdos de gobierno. En unos días, tendrán que estar constituidos los ayuntamientos y, en breve, los parlamentos autonómicos. El empeño de algunos, por ejemplo, por retener la presidencia es comprensible por el valor simbólico que tiene haber llegado a la cúspide del poder valenciano, pero en el fondo resulta inútil en términos de influencia. Es lógico que Mónica Oltra reivindique su papel en el triunfo de la izquierda pero no debería hacer de ello una causa que fraccionara a su propio partido, dificultara el acuerdo y diera la impresión a los ciudadanos de que el objetivo es el poder por el poder. Conociendo a Oltra y a Puig, dejar la presidencia al PSPV no debería producir quebradero de cabeza alguno en Compromís. Más bien entre los socialistas. Lo más probable es que la “presidenta” sea ella aunque el sillón lo ocupe él. No me gustaría que se interpretara “presidenta” como antaño se hacía con “generala”. Él era el militar pero el mando lo tenía la doña. Era un enfoque machista del poder. La mujer no podía mandar salvo en casa y por esponsales. En este caso, no es por “consorte” por lo que se lleva el apelativo. Ni por ser mujer. Es, sencillamente, por la personalidad de la lideresa.
En tiempos de redes sociales y de trending topic, el protagonismo no lo tiene quien ocupa el cargo sino quien se gana el aplauso de la ciudadanía. Ya puede tomar nota, pues, Ximo Puig de los datos del CIS según los cuales los valencianos valoran más a Oltra que a él. En un contexto como el que parece acercarse, el ejercicio del poder puede desgastar más al candidato socialista que a la de Compromís. Él tendrá que tomar decisiones, explicarlas y asumir las críticas por ello. Ella tendrá un papel más vistoso y menos comprometido. Con la personalidad de ambos, podrían también jugar al tándem que en su día organizaran Felipe y Guerra. Es cierto que ellos eran del mismo partido pero me refiero a ese ejemplo por la diversidad de roles. Felipe era el amable, conciliador y tranquilo. Guerra era el que paraba los golpes, decía lo inconveniente y evitaba el daño al “jefe”. Así, viendo la moderación de Puig y la fuerza de Oltra, la distribución de papeles podría funcionar en términos mediáticos, no sé si políticos. Ella empujaría y él frenaría y dialogaría. Ella exigiría y él atemperaría las situaciones. Podría valer. El riesgo para Puig es ser eclipsado en los medios por el torbellino Oltra. El de ella, ser sacrificada con menos coste cuando las cosas no vengan bien.
En cualquier caso, no deberían dejar que se les vea ansiosos por la presidencia pues distorsiona el debate y la imagen pública. Viendo casos como el de Rajoy y Soraya o Zapatero y Fernández de la Vega, no es descabellado pensar que el futuro –y el poder- están en manos de las vicepresidentas.