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María José Pou

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La bandera

Sánchez pertenece al mismo partido que Zapatero, aquel presidente que, antes de llegar a la Moncloa, se quedó sentado al paso de la bandera estadounidense, como si ésta solo representara al partido en el poder. En su caso, al Republicano de Bush, decisivo en la guerra de Iraq. Además, Pedro Sánchez también es líder de ese mismo PSOE que, hasta la deriva soberanista, se vinculaba al PSC en los tiempos en que se podía respetar el himno español sin ofender al sentimiento “nacional”. Cosas de otra época. Ahora encuentra en los socialistas catalanes unos socios confusos que lo mismo votan a favor de la ley que amparó el malogrado referéndum, como reprochan a Mas su órdago al Estado.

Por eso quizás resultó tan llamativa la decisión de proyectar una bandera de España en el escenario que, ayer, acogió el primer acto del líder socialista como candidato en las próximas Elecciones Generales. Solo fueron unos minutos pero suficientes como para que los flashes se fijaran en ello y los españoles nos preguntáramos si la Selección había ganado otro campeonato del Mundo y no nos habíamos enterado.

Cuentan que fue una decisión del mismo Sánchez que quería así reflejar su intención de ser presidente de todos los españoles. Entiendo que también de los catalanes. Y también de los que votan convencidos al PP aunque los suyos no se cansen de decir, en las comunidades autónomas y ayuntamientos en los que tienen opciones de gobierno, que se aliarán con todos menos con el PP. Como si sus votantes fueran unos apestados. De todos esos ha de ser presidente. Es más, también ha de serlo de Bárcenas, Mª Dolores de Cospedal y hasta Francisco Correa.

No seré yo quien reproche a un aspirante a presidente del gobierno español que la bandera del reino ondee en sus citas políticas. Pero sí que use su imagen en vano. La bandera no es un trapo, es un resumen. En ella se contiene el interés de todos por permanecer juntos en esa entidad que durante siglos hemos dado en llamar España. De ahí el respeto que merece. No es por la tela, sino por lo que significa. Y lo que significa es una historia compartida y un deseo de futuro conjunto. Somos todos los españoles quienes formamos, con nuestra foto, las franjas rojas y la amarilla, por eso su quema o su desprecio es algo más que tirar un mantel al contenedor. Esa es la razón por la que se equivocó Zapatero. Porque ofendió a los ciudadanos estadounidenses, también a quienes estaban más en contra de la guerra de Iraq que él mismo y a quienes la sufrían perdiendo a un hijo o a una esposa. Supongo, pues, que si Sánchez aparece con la bandera no es para seducir a la Unió de Durán i Lleida ni a los centristas molestos con el PP y dispuestos a votar a otros. Eso sería tenerle poco respeto al símbolo nacional y mucho menos a los españoles que, de tontos no tenemos ni un hilo, sea rojo o gualda.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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