“En martes y trece ni te cases ni te embarques ni de tu casa te apartes”. Lo dice la sabiduría popular y por mucho que se achaque a supersticiones vanas, el comecome en esos días no falta. Como tampoco esos domingos laborables en los que se nos viene a las mientes aquello de “trabajo en domingo, el diablo se lo lleva”. No seré yo quien se inquiete por diabluras de ese calibre cuando las siestas dominicales se ven condicionadas por la necesidad de no faltar a mi cita de los lunes en los quioscos. Nunca he creído que sea inútil el esfuerzo, y a los hechos me remito. Sin embargo, una cosa es la obligación escogida con gusto y otra, el inicio de una tarea política novedosa. Aunque no lo quiera, me parece inquietante que la legislatura comience un día santo. Sobre eso no hay refranero que nos oriente, pero me da mala espina que los tiempos políticos no respeten el día del Señor. Del auténtico, no del inquilino del Palau de la Generalitat. Entiendo que, en una sociedad multicultural como la valenciana, tendríamos un serio problema si fuéramos eliminando jornadas en Les Corts por solapamiento religioso: ni viernes, por el islam, ni sábado, por el judaísmo, ni domingo por el cristianismo. A fe mía que los diputados, hasta ahora, han respetado las festividades taoístas, hindúes y hasta celtas, si no, no me explico lo poco que han trabajado en estos años.
Seguramente, habrá quien me indique lo simbólico del trance. Se anuncia la legislatura más laicista que vamos a tener durante décadas, y qué mejor posicionamiento que éste para indicar lo que nos espera. Aquí no hay más día santo que el 25 de abril, seguramente. Y si eso significa que Ximo Puig asume el cargo mientras suenan las campanas del Micalet, habrá que ver en ello un cambio de época. Y una coincidencia fatídica con la actividad religiosa habitual. Por poco no sale Puig vestido del “abuelo colomet”, en la procesión del Corpus representando un nuevo tiempo tras el Diluvio Universal. O tal vez junto a Mónica Oltra, en el papel de Salomón y la Reina de Saba. A ella la veo muy en el rol, pero a él, de Salomón, ni me lo imagino. Como mucho, de cirialot. Por aquello de sostener el velón.
En cualquier caso, es feo lo del domingo cuando tanto hemos reivindicado que abrir las tiendas en festivo era un ataque a la conciliación de las familias de los trabajadores y su derecho al descanso. Imagino que también los funcionarios afectados por la jornada extraordinaria tendrán familia, ganas de playa o cita con los suegros para la paella dominical. “Son otros tiempos”, tendrán que decirles. Y aquellos, seguramente, pensarán: “Y tanto que sí. Esto, antes, no pasaba”. La suegra se santiguará y recordará el refrán del diablo que se lleva la labor hecha a deshora. “Lo que mal empieza…”. “Déjalo ya, suegra”, terciarán. Pero el mal cuerpo no se lo quitará nadie.