El ayuntamiento de Valencia, el de Santiago, el de Cádiz, el museo municipal de Puertollano o la Diputación de Valladolid. Este fin de semana todas sus fachadas, y las de decenas de instituciones más, tendrán algo en común: el arcoíris. Todas lucirán la bandera multicolor con motivo del Día del Orgullo Gay que se celebra el domingo y que se ha constituido en el elemento simbólico más evidente del nuevo tiempo. Mucho más poderoso que las imágenes de Manuela Carmena, Ada Colau o Joan Ribó llegando en metro o bicicleta a su puesto de trabajo. Esa foto es el reflejo de un cambio en los modos de gobernar. El arcoíris, en cambio, es el resumen de un momento dulce para determinados sectores que ven en ello el amanecer de unos nuevos 80 como los del alcalde Tierno, en los que España se quitaba el velo del oscurantismo conservador y estaba a punto de vivir la alegría de la libertad. Ahora, algunos quieren ver el paralelismo con aquello, como si nuestro país hubiera vuelto a protagonizar el paso del blanco y negro al color. Y, sobre todo, como si el punto de partida fuera similar. Ahí reside el error de apreciación. Sin obviar el entusiasmo lógico y respetable tras décadas de gobierno “popular” en algunos lugares, como Valencia, no puede negarse que la asimilación de realidades es, cuanto menos, inexacta. Por mucho que la demagogia rampante haya ofrecido una imagen distorsionada de la España de Aznar o de Rajoy, 2015 no es 1975. No estamos jugando a La Oca. Nadie nos ha mandado a la casilla de salida como si viviéramos en un bucle de Cuéntame.
Ahora bien, es cierto que la coincidencia en el tiempo del novedoso resultado electoral y la celebración del Orgullo han cristalizado en un clima de felicidad colectiva que se manifiesta en las banderas multicolores. Es la continuación de lo vivido el 24 de mayo solo que esta vez la enseña arcoíris ha sustituido a las republicanas. Tienen algo en común. Ambas representan una realidad latente a través de colores simbólicos. En el caso de la republicana, el morado, y en la otra, todo el espectro cromático. Para mucha gente es la forma de decir que un colectivo olvidado forma parte de la comunidad. España ya es multicolor, ya es realmente del pueblo o ya es por fin democrática. Como si lo hubiera sido antes. Ni tanto ni tan explosivo. Con defectos, pero ya lo era. España no sale de la Edad Media ni está celebrando su toma de la Bastilla. Simplemente, va dando pasos. Algunos, incluso, bajo gobiernos nada sospechosos de revolucionarios. El divorcio o el IRPF, con la UCD y la eliminación de la mili, con el PP, por ejemplo. España avanza, pero mal haríamos atribuyendo todo el mérito a un colectivo o a una sola forma de pensar. Lo que nos ayuda a mejorar es la pluralidad, el consenso y el respeto a la diferencia. En una palabra, la variedad que representa el arcoíris.