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María José Pou

iPou 3.0

Un segundo

Un segundo puede ser un soplo o una eternidad. Todo depende de la experiencia vivida en ese tiempo. Si es placentera, nos parece poco pero si es dolorosa, no termina nunca. Por eso seguramente nos resulta casi irrelevante la noticia de que el día de ayer tuvo un segundo más. Es un ajuste necesario, según la NASA, para equiparar la medida del tiempo con la realidad. Al parecer, la rotación de la Tierra hace que se vaya ralentizando y el día se ajusta con la suma de un segundo cada cierto tiempo.

¿Qué es un segundo, en definitiva? ¿qué supone a lo largo de semanas o meses? Esa misma referencia es ficticia. La medida del tiempo es un invento que nos hemos dado para mesurar nuestra vida. Si nuestro tiempo es finito, tenemos que usar una medida que nos dé noción de realidad, esto es, de cómo se acerca el final. Si fuéramos eternos, el tiempo sería irrelevante. Solo alcanza importancia cuando se acaba. En definitiva, medimos el tiempo porque es escaso.

Sin embargo, esa irrelevancia con la que miramos el segundo extra de ayer nos ofrece un espejo interesante en el que contemplar la naturaleza humana. Vivimos como si fuéramos eternos. Sin conciencia del final y sin ajustar nuestro reloj vital a esa limitación.

Tomamos nuestros planes, anhelos y amarguras con la frivolidad de tener todo el tiempo del mundo para alcanzarlos o reducirlos. Nos enfadamos con alguien y posponemos el reencuentro para más adelante. Soñamos con lograr un objetivo y dejamos para mañana el obtenerlo. Imaginamos un futuro mejor y no nos terminamos de decidir sobre cómo lograrlo. En eso nos suelen dar lecciones quienes han sufrido un duro revés en la vida. Esos que han superado una terrible enfermedad, que se han repuesto de un accidente casi mortal o que han visto desmoronarse su vida, su carrera o su familia. Todos ellos cuentan a quien quiera escucharles que la vida debe vivirse con intensidad porque nunca sabemos el día ni la hora.

Lo evidenciaba hace unos meses el libro de una enfermera australiana que se había dedicado a recopilar lo que decían al borde de la muerte sus enfermos terminales. Según sus notas, lo más frecuente era lamentar no haber tenido el coraje de hacer lo que realmente quería hacer y no lo que los otros esperaban. Otros se quejaban de haber trabajado demasiado, de no haber expresado sus sentimientos o de no haber contactado con sus amigos. Sin embargo, el que me llamó más la atención fue el quinto: la mayoría de los moribundos se quejaban de no haber sido más felices. La felicidad es una experiencia maravillosa pero escasa y es una suerte tener conciencia de cuándo llega. No podemos ser felices por siempre y de la misma forma, pero sí tenemos la obligación de disfrutar la felicidad en cada segundo. Sin pretender robar más dosis que las que vengan. Cada segundo es importante, único y necesario. Cada segundo.

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ciencia

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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