Yo no sé quién abandonó a Whisky. Ni quiero saberlo. Solo sé lo que me contaron en la protectora donde lo adopté. Lo dejaron atado a la puerta, pero él rompió la cuerda y salió corriendo por la carretera. Ahora que lo conozco, imagino su sufrimiento. Es tan fiel que no se mueve de casa si cree que va a venir su amigo Steven a jugar con él. Ni siquiera puedo tentarlo con golosinas; él espera y espera, así que imagino su desconcierto en aquellos días que anduvo vagando, pensando que no iba a volver a ver a su familia. Es tan observador que regresa por donde ha ido y sabe volver al lugar de origen, aunque sea la primera vez que pasea por esa zona. Imagino su desesperación corriendo por la carretera, con tal de llegar a casa. Es tan responsable que cuida de todo aquel que nota desvalido: un niño, una anciana o a mí misma, cuando se me acerca algún desconocido. Imagino su extrañeza cuando aquellos de los que cuidaba lo dejaron atado, se subieron al coche y se fueron. Aún hoy me resulta imposible ni siquiera entrar en una tienda dejándolo en la puerta, porque grita como si lo estuvieran matando, y, cuando ve maletas junto al coche, se mete dentro y no hay quien lo baje y le convenza de que nadie le va a volver a abandonar.
Por eso pienso en los 15.000 perros y 5.000 gatos que cada año son abandonados en la Comunidad Valenciana, como denuncia el Colegio de Veterinarios de Valencia (ICOVV) que ayer presentó la II campaña de Tenencia Responsable de Mascotas. No está destinada solo al criminal que piensa en abandonar sino a toda la sociedad cómplice si no actúa contra esta lacra, y a las autoridades que permiten un 21% de IVA en tratamientos veterinarios aunque eso suponga un aumento de los abandonos y una reducción de la vacunación y cuidado de los animales.
Pero además habla de mucho sufrimiento que se ve en las protectoras, un sufrimiento gratuito, inmoral y nacido del más refinado egoísmo del ser humano. Lo explican en su campaña los valencianos ilustres que han querido apoyarla: el cocinero Ricard Camarena, el dibujante Paco Roca o el exfutbolista Fernando Giner. Los animales no son objetos de consumo para comprar, usar y tirar. Ni tampoco una imposición externa. Nadie obliga a tener un animal en casa. Pero si decidimos hacerlo, ha de ser con todas las consecuencias, incluidas las penales, aunque su aplicación sea tan laxa que no tiene efecto disuasorio contra el maltrato. El abandono es una forma de maltrato; no es indoloro. Ni siquiera cuando el dueño “cede” un animal a la protectora, que es una forma sutil de decir que lo abandona civilizadamente. Cuando me imagino a mí misma dejando “cedido” a Whisky en una perrera no me veo haciéndole ningún favor. Y me cuesta verme así. Cuando lo adopté, le prometí amistad eterna y aunque no hubo intercambio de anillos sé que no lo incumpliré. Él nunca lo hará.