El problema de tomarse vacaciones no es que a uno le busquen las cosquillas, como a la alcaldesa madrileña, sino que su ausencia sea ocupada por otras presencias. Las noticias requieren protagonistas que les den visibilidad. Si hay un incendio en El Saler el daño es lo más importante pero todos queremos ver a las autoridades tomando medidas y evaluando los perjuicios del fuego. Si hay una polémica en un festival de música, no bastan los comunicados oficiales sino algunas voces que se hagan presentes en nuestros medios aclarando, disculpando o rectificando palabras y decisiones. Hasta en la presentación del nuevo DNI, acostumbramos a ver el cartoncito en manos de algún responsable, sea un técnico de la policía, sea el mismísimo delegado del gobierno.
Por eso, en días de alcaldes y presidentes en funciones, hemos asistido al nacimiento de una estrella que dará juego en los próximos meses. En realidad ha habido dos, Mónica Oltra en la Generalitat y Sandra Gómez, en el ayuntamiento de Valencia, pero a la primera ya la identificamos como un “animal mediático” y sabemos de su dominio de la escena. Sin embargo, Sandra Gómez ha sido la política onmipresente en los primeros días de agosto: con los bomberos, con los policías, en el Cabanyal, en el Saler, hablando de transporte o de “gorrillas”. Gómez es una joya multidisciplinar que gusta de cámaras y redes aunque la multiplicación de escenarios duplique el riesgo de error. Así ocurre con la propuesta de copas baratas contra el botellón. Quizás en un origen hubiera sido una solución pero ahora el fenómeno tiene más de ritual que de estrategia comercial. Las soluciones simples no arreglan problemas complejos. Tampoco la presencia mediática es un éxito en sí mismo. Forzarla con varitas mágicas puede producir más perjuicios que beneficios. Conviene dosificarse.