Durante décadas, las hamburguesas eran comida basura y solo podían encontrarse en carritos callejeros o locales de comida rápida. Sin embargo, un día algunos grandes cocineros se plantearon repensarlas y ofrecerlas como un bocado gourmet a los clientes de sus elegantes restaurantes.
Del mismo modo, la demagogia de “sobre de azúcar” era cosa de pancartas urbanas, de pintadas o de manifestaciones que necesitan corear un lema simple, impactante y fácil de recordar. Sin embargo, llegó un día en que las “manifas” se hicieron gourmet y entraron en las instituciones, los despachos y los puestos de gobierno. Ese es el fenómeno al que estamos asistiendo con algunos líderes de partidos de pancarta. No digo que todas las reivindicaciones sean censurables o respondan a pura retórica. Ni mucho menos. Las hay justas, necesarias y dignas no solo de entrar en los despachos sino de ocupar el 90% del tiempo de nuestros dirigentes. Pero, junto a estas, hay otras que solo muestran la capacidad de reducir la realidad a un eslogan llamativo. Es como si tomáramos los “memes” de Internet por grandes tratados contemporáneos.
El otro día fue Marzà contraponiendo la policía a la educación. Anteayer, Mulet diciéndole al PP que sacara “los rosarios de los ovarios”. Ésta ni siquiera es original en la cita pues es una de las frases más coreadas en algunas convocatorias contra el aborto. Y tampoco responde a la realidad del PP donde los rosarios probablemente sirvan más de adorno fashion que de práctica de piedad cotidiana.
Lo peor de esa expresión no es la ofensa que se procura sino su falsedad. Intenta decir, con una frase vistosa a la par que molesta para los católicos, que el PP gobierna siguiendo las directrices de la Iglesia. Nada más lejos de la realidad. Supongo que les viene bien difundir el mensaje porque es la manera de minar la credibilidad de un grupo político en un entorno sometido a cierto buyillng intelectual desde la atalaya moral de la izquierda. Pero hace mucho tiempo que el PP, y más el de Rajoy que el de Aznar, procuró dejar al margen los principios de la Doctrina Social de la Iglesia para que no le dificultara un triunfo electoral nutrido por los descontentos de centro izquierda. La prueba es la salida de los democristianos, la caída en desgracia de Gallardón o Mayor Oreja (junto a otros factores de personalismos exagerados) y la existencia de “versos sueltos” de creencias católicas, como Fernández Díaz, fuertemente atacado por los sectores anticlericales y abandonado por su partido ante esos embates.
La política sobre “los ovarios” tiene más que ver con cálculos electorales que con rosarios, estampitas o procesiones. El catolicismo del PP no es por convicción; es por interés. El uso del anticlericalismo por parte de quien gobierna, en cambio, es visceral y un tanto pueril. Por eso es mucho más eficaz.