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María José Pou

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Acuerdos o enfados

En política hay dos formas de promover el debate social sobre una medida que se considera necesaria: la primera es convocar a los sectores implicados –incluidos los ciudadanos-, escucharles, elaborar con ellos una propuesta consensuada y aprobarla cuando las posturas logran suficientes puntos de acuerdo. La segunda es el globo sonda: lanzar una propuesta a la opinión pública, esperar la reacción, negar después la idea si produce rechazo y dejar que los diferentes sectores empiecen a manifestar públicamente sus posiciones y a debatir a través de apariciones en prensa. La diferencia entre ambas es que la segunda produce enfado y la primera, no; la segunda es más rápida y la primera puede ser incluso ineficaz; la segunda garantiza la negación si es mal acogida y la primera pone en riesgo la aprobación de la medida. En definitiva es más cómodo para un político optar por la segunda que por la primera. Si, además, unimos a todo eso que los grupos en el poder suelen pensar que tienen la razón al tener la mayoría, el resultado es que salvo un rechazo frontal con malas perspectivas electorales inmediatas, la forma de actuar es la menos adecuada para los ciudadanos.

Cuando se trata de medidas relacionadas con la vida en la ciudad, el peor de los efectos es el enrarecimiento de la convivencia. Eso es lo que, a veces, parece haberse propuesto el equipo de gobierno municipal. No es una mala idea revisar la normativa de uso del carril bus ni las ordenanzas sobre movilidad para favorecer una ciudad más habitable. Sin embargo, hacerlo levantando ampollas no solo es una temeridad sino una irresponsabilidad innecesaria. Pretender dar una imagen de amabilidad hasta con la grúa pero lanzar a una parte de los ciudadanos contra otros es manipulador porque se les usa para hacer el trabajo sucio y salirse de rositas quien gobierna. No es él el malo; son los grupos que se oponen al progreso. Es lo que se hace demonizando a los conductores de coches y santificando a los ciclistas o viceversa. Lo mismo sucede con esa posibilidad de eliminar el uso del carril bus por las noches. ¿No hubiera sido mejor convocar a vecinos, taxistas y hosteleros, haberlos escuchado y haber promovido así el acuerdo, no el enfado? Cualquier iniciativa a partir de ahora ahondará la brecha y el malestar.

El gobernante bisoño o autoritario cree que está en posesión de la verdad y no necesita escuchar a quien -sabe de antemano- que se equivoca; solo a sus amigos. Gobierna para todos, no para sus aliados que funcionan como lobbies ocultos. Tener claros los principios no garantiza saber qué es lo mejor para los gobernados. Y en cualquier caso, nunca está de más confirmar que el proyecto previo de uno mismo es la mejor opción y así lo ven todos los implicados. Los planes que más perduran son los que resuelven problemas reales, no fantasmas ideológicos.

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Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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