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María José Pou

iPou 3.0

San Pictoplasma

España sabe cómo homenajear a sus grandes de las letras. Estos días, sin ir más lejos, está honrando al inventor del esperpento con un espectáculo que ya hubiera querido el maestro en sus páginas. El día 5 se celebraba el 80º aniversario de la muerte del autor de “Luces de Bohemia” y nuestro país andaba alterado con magas, reyes confundidos con Merlín y pictoplasmas que hablan más de la cuenta. Es una pena que no estén por aquí ni él ni otro retratista magnífico de la estupidez patria como nuestro paisano Luis García Berlanga. Con menos, hicieron ambos grandes títulos de la cultura contemporánea.

Nunca hubiéramos pensado que unas cabalgatas de reyes dieran tanto de sí. Ellas, sus críticos y sus defensores. Todo ha ido adquiriendo en unos días un tinte dramático, desproporcionado e inoportuno. Una cosa es denunciar las manías del poder y otra, convertir lo que debiera ser un debate sereno en una tragedia griega con Edipo arrancándose los ojos para no ver las nuevas cabalgatas y Medea matando a sus hijos para evitarles el contacto con la tradición.

Es lo que sucede cuando se entra en los usos sociales como elefante en cacharrería. Entiendo la necesidad de revisar, actualizar e incluso eliminar determinados tics antiguos o costumbres que no responden a la realidad. Por muy devotos que seamos, no podemos imponer a todos los ciudadanos el rezo del Rosario de la Aurora en una hora demasiado sacrificada para un domingo. De hecho, son pocos quienes acompañan el cortejo en la actualidad. Sin embargo, hay otros actos religiosos de carácter público o de origen religioso pero ya exclusivamente civiles como procesiones o cabalgatas, respectivamente, que congregan el interés de creyentes y no creyentes: El Corpus, el Traslado de la Virgen o la Cabalgata de Reyes que hemos visto estos días. La adaptación a los tiempos actuales de todos ellos hay que hacerla con mucho tiento y sensibilidad, algo que, al parecer, ha brillado por su ausencia con los pictoplasmas y otras chicas del montón. ¿Sacaremos a hombros a Herodes para compensar tantos siglos poniéndonos del lado de los inocentes? ¿Introduciremos a Judas Iscariote en el Corpus para reivindicar que los malotes de la Biblia también tienen su público? El cambio es razonable y necesario pero la utilización ideológica de la tradición –o de su lucha contra ella- genera un malestar que no compensa. Ciertamente es absurda tanta polémica pero lo peligroso es que se busque la crispación con fines no declarados. Nos cuesta poco inflamarnos, pero el resultado de ese fuego es perverso. Nunca termina de apagarse y, llegado el momento, explota de la peor manera posible. Son actos irrelevantes hoy pero su acumulación en una misma dirección revelan un plan nada ingenuo. Las transformaciones por imposición y no por mandato social tienen consecuencias. Y no siempre positivas.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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